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Entrevista a Juan Gelman: “La poesía es una forma de resistencia”

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Juan Gelman ha escrito 1.300 páginas de poemas. Son las que tiene el colosal volumen de su Poesía reunida, recién publicado por Seix Barral en formato adoquín. Desde los primeros versos de Violín y otras cuestiones, de 1956, hasta El emperrado corazón amora, de 2010, todo está allí: 29 libros. Él, sin embargo, está ya en otra cosa: acaba de cerrar un nuevo poemario titulado escuetamente Hoy. “Ahora lo dejo en reposo”, dice. “Un rato. Luego lo vuelvo a leer. Hay que crear distancia”. Espera publicarlo el año que viene.
Argentino de 82 años y afincado en México después de recorrer medio mundo de exilio en exilio, Gelman pasó por León para recoger el Premio Leteo. Allí le acompañó su amigo Antonio Gamoneda, al que en 2007 sucedió en el palmarés del Premio Cervantes. Ambos coincidieron en sendos actos. En uno de ellos se habló de la poesía y la vida. En el otro, el poeta leonés glosó al poeta argentino, que, abrumado, dio las gracias por el homenaje y se limitó a leer Confianzas, uno de sus poemas más populares: “se sienta a la mesa y escribe / ‘con este poema no tomarás el poder’ dice / ‘con estos versos no harás la Revolución’ dice / ‘ni con miles de versos harás la Revolución’ dice // y más: esos versos no han de servirle para / que peones maestros hacheros vivan mejor / coman mejor o él mismo coma viva mejor / ni para enamorar a una le servirán // no ganará plata con ellos / no entrará al cine gratis con ellos / no le darán ropa por ellos / no conseguirá tabaco o vino por ellos // ni papagayos ni bufandas ni barcos / ni toros ni paraguas conseguirá por ellos / si por ellos fuera la lluvia lo mojará / no alcanzará perdón o gracia por ellos // ‘con este poema no tomarás el poder’ dice / ‘con estos versos no harás la Revolución’ dice / ‘ni con miles de versos harás la Revolución’ dice / se sienta a la mesa y escribe”.
Siempre hay una insatisfacción. Es muy difícil pescar a la señora esta de la poesía.
Silencio. Aplausos. Gelman: “Yo creo que ya está”. Como el público que llenaba el salón de actos no parecía estar de acuerdo, el poeta respondió a una pregunta sobre la capacidad de intervención social de su oficio, la famosa utilidad de la escritura. Respuesta: “Hay cosas que no se le deben pedir a la poesía. Hay que pedírselas a la gente: que defienda sus derechos, por ejemplo”. Antes de ese coloquio en verso y prosa, sentado ante un vaso de agua en el Hostal de San Marcos -cárcel durante la Guerra Civil y hoy Parador de Turismo-, el autor de Cólera buey habla con parsimonia.
PREGUNTA. La pregunta más tópica para un escritor es por qué escribe, pero visto el millar de páginas de su poesía reunida y sabiendo que tiene nuevo libro, la que se impone es: ¿por qué sigue escribiendo?
RESPUESTA. Siempre hay una insatisfacción. Es muy difícil pescar a la señora esta de la poesía. ¿Por qué insistir? Para tratar de ver si finalmente puedo. Hay gente que se cansa en el camino, yo todavía no.
P. ¿Insatisfacción hacia lo ya escrito o hacia lo que quiere escribir?
R. Con lo escrito. Al menos en mi caso. John Donne tenía esa imagen de la belleza como un compás. Decía: “Yo empiezo donde termino”. Sor Juana Inés de la Cruz, sin embargo, tenía otra visión. A ella le parecía una espiral cada vez más abarcadora, sujeta a los vientos de la época. En realidad se escribe sobre pocos temas, pero a medida que pasa el tiempo, a medida que se vive más, se lee más, se aprende más, cada uno de esos temas se ve desde ese punto diferente. Y ese punto nuevo exige su propia expresión, que no puede ser ninguna de las anteriores. La insatisfacción nace de ahí.
P. Muchas veces usted descoyunta la gramática y convierte en verbo un sustantivo. De mundo crea mundar, por ejemplo. ¿El lenguaje se le queda pequeño?
R. En el fondo, de Cervantes a la fecha, siempre se ha dicho eso. Cervantes se inventa neologismos y defiende la necesidad de reinventar la lengua. En mi caso es un intento de pasar los límites.
P. ¿Y qué dicen sus traductores?
R. [Se ríe] Creo que he logrado que salgan de su lógica. He tenido la suerte de tener excelentes traductores. Rompen sus propias lenguas para hacer el intento, aunque no siempre es posible.
P. Hay quien dice que poesía es justo lo que se pierde en la traducción de poesía. ¿Está de acuerdo?
En casa se hablaban cuatro lenguas: yídish, ruso, ucraniano y castellano
R. Depende del traductor, y cada lengua tiene su lógica. Bien decía Pavese que para hacer una buena traducción de una lengua a otra no basta con conocer las dos: hay que conocer las dos culturas… Yo creo que traducir poesía es más difícil que escribirla. Yo mismo empecé traduciendo y me fue mal.
P. ¿A quién tradujo?
R. Traduje a… ¿cómo se llama este? Usted perdone: hay gente que tiene lagunas en la memoria, yo tengo el golfo de México… Evtuchenko, el ruso. También algunas cosas de Bertolt Brecht. Y a Cavalcanti, el maestro de Dante. Tiene unos poemas extraordinarios: “¿quién es esta que viene y todos miran / y hace temblar de claridad el aire?”. El segundo verso no es difícil de traducir: che fa tremar di chiaritate l’are. Ningún problema. Pero el primero -chi è questa che vèn, ch’ogni’om la mira-. Que todos los hombres miran… Con el todos más o menos me salvo, pero el todos en castellano también incluye a todas.
P. ¿Habla ruso, lo digo por Evtuchenko?
R. Algo, sí.
P. Sus padres llegaron a Argentina desde Ucrania. ¿El hecho de vivir de una familia que hablaba en otro idioma y de exiliarse luego ha influido en su manera de ver el lenguaje?
R. Yo creo que sí. En casa se hablaban cuatro lenguas: yídish, ruso, ucraniano y castellano. Nuestros padres nos decían que habláramos en castellano, pero vivíamos en el barrio de Villa Crespo, de modo que en la calle me encontraba con el ruso, el polaco, el árabe, el rumano… De esa multitud de sonidos algo debió quedar.
P. Tradicionalmente, la poesía que tiene un fondo crítico suele tener una forma clara. Su caso ha sido el contrario. Su revolución empieza por el lenguaje. ¿Es algo consciente?
R. Es difícil contestar porque de algún modo todo eso hace presión sobre uno y la rebeldía surge. Pero no es una propuesta voluntaria, nunca puede serlo. Como una vez me dijo un amigo… Le cuento: yo volvía de Italia, donde había conocido a Pasolini, que había publicado su primer libro, Le ceneri di Gramsci [Las cenizas de Gramsci]. Este amigo me preguntaba: “¿Cómo es él?”. Y yo: “Bueno, no es muy alto, tiene una mandíbula saliente…”. Y mi amigo: “¿Una mandíbula saliente? Eso es señal de voluntad”. Pero la voluntad en la poesía sirve para nada. Creo que por eso se dedicó al cine. En poesía la voluntad sirve menos todavía que la mandíbula. Mire, yo no quiero fingir una ingenuidad que no tengo, pero tampoco quiero fingir que sé lo que no sé.
P. ¿La rebeldía debe expresarse con un lenguaje común a todos o con uno completamente distinto?
R. Uno con la poesía no se puede proponer nada. Recuerdo que en los años cincuenta se desató la guerra de Corea. Por supuesto, todos los poetas comunistas, entre ellos los franceses, escribieron poemas denostando el imperialismo. El único que no lo hizo fue Paul Éluard. Los compañeros le dijeron: “¿Cómo es que no escribes un poema sobre esto, que es tan grave?”. Y él dijo: “Yo solo escribo sobre estas cosas cuando la circunstancia exterior coincide con la circunstancia interior”. Eso es aplicable a todo.
P. Hablando con Antonio Gamoneda dijo usted que la civilización se va al demonio. ¿No hay modelos que seguir?
R. No lo veo. Pero hay que distinguir entre civilización y cultura. La civilización occidental persigue el desarrollo extremo, y mire a dónde llegó la cosa. En general era la política la que regía la economía. Hace años que no es así, pero ahora de un modo descarado: los jefes de Estado se reúnen para cumplir las órdenes del FMI. Eso me parece extraordinario. No sé cómo el capitalismo mismo va a salir de esta. Seguramente, a costa de millones, y no de dólares precisamente.
P. ¿Qué hacer? ¿Cómo ve su propio país, Argentina?
Las calificadoras le bajan la calificación a Argentina porque va contra la corriente
R. Lo que están haciendo en Argentina es tratar de volver al capitalismo clásico, que ya es un avance, porque se basa en la producción, no en la jugada financiera. ¿Cómo puede ser que un país como Grecia esté al borde de la quiebra? Un país no es una empresa.
P. ¿La política puede tomar las riendas sin caer en el populismo? Es la acusación que suele hacerse al Gobierno argentino.
R. Para el FMI, populismo es no hacer lo que ellos quieren. Son definiciones muy imprecisas. Argentina busca el regreso a un capitalismo donde los medios más importantes -el petróleo, etcétera- están en manos del Estado. El mundo lo domina la libertad de comercio, sí, libertad, menos para millones y millones. Es un escándalo.
P. ¿Y las críticas a Cristina Fernández? ¿Las acusaciones de querer controlar a la prensa?
R. Nunca ha habido una libertad de prensa como ahora. Si uno se entera de esas críticas es porque cada uno dice lo que quiere. No es que este Gobierno carezca de errores. Menem, también peronista, lo único que no pudo vender es el aire, porque no hay forma de envasarlo. Las calificadoras le bajan la calificación a Argentina porque va contra la corriente.
P. ¿No hay un cierto culto a la personalidad? También eso es muy peronista.
R. Esto pasa en todos los países donde hay líderes.
P. ¿Le parece bien?
R. Me parece una cuestión de hecho.
P. Hay cosas de hecho contra las que nos rebelamos.
No leí nunca en los epítetos policiales la palabra utopía, ni belleza, ni ternura
R. Cuando digo que es un hecho me refiero a que, por ejemplo, a mí no me gusta Chávez, pero tanto tirarse contra él y resulta que el hombre saca los votos. Hay algo sociológico entre líder y liderado. En Masa y poder [de Elias Canetti] se explica bien.
P. Hablando de masas y minorías, usted siempre ha dicho que la poesía es una forma de resistencia por el mero hecho de existir. ¿Puede haber resistencia sin gran presencia social, sin muchos lectores?
R. Es su mera existencia, la poesía, el arte, todo aquello que enriquece al ser humano es una forma de resistencia. Con la poesía no vas a poder comer ni vas a hacer la revolución, pero enriquece interiormente a aquel que alguna vez se le acerca. El hecho es que en Internet aparecen una cantidad de poetas a los que nunca antes se podía acceder. En todas las lenguas, grandes poetas… y muchos espontáneos.
P. También usted empezó como espontáneo, enviando poemas a una revista.
R. Cierto. Y trabajé mucho tiempo como periodista. Vivía de la poesía y comía del periodismo.
P. Siempre ha tenido las palabras como materia prima. ¿Nunca se bloqueó? ¿Cómo sentarse a escribir, por ejemplo, después de la desaparición de su hijo y su nuera?
R. Me deja usted pensando… No lo sé, la verdad. Yo sé que después de todo esto que pasó no puedo volver a escribir como antes. Eso sí lo sé. No pude volver a escribir como antes. ¿Recuerda a aquel señor que dijo que no se podía escribir poesía lírica después de Auschwitz? Pues ahí está Paul Celan.
¿Usted sabe que la dictadura militar argentina quemó El Principito?
P. ¿El hecho de que la víctima y el verdugo usen las mismas palabras es un problema para un escritor?
R. Mire, las palabras son como el aire: son de todo el mundo. El problema no es la palabra sino el tono, el conjunto del que forma parte, a dónde va esa palabra, en compañía de quién. Claro que asesinos y asesinados usan las mismas palabras, pero yo no leí nunca en los epítetos policiales la palabra utopía, ni belleza, ni ternura. ¿Usted sabe que la dictadura militar argentina quemó El Principito? Y yo le doy la razón. No porque no ame al Principito sino porque es un libro tan lleno de ternura que daña a cualquier dictadura.
P. Juan José Saer contaba que un general quiso prohibir la ley de la gravedad.
R. Y se quemaron libros de matemáticas modernas. Ya conoce el chiste del almirante uruguayo que durante la dictadura dijo: “Estábamos frente al abismo y dimos un giro de 360 grados”.
P. ¿Después del exilio no pensó en volver a vivir en Argentina?
R. No. Elegí vivir en México y por primera vez pude elegir, no que me echaran de un sitio y tuviera que irme a otro. Eso sí, viajo todos los años a Argentina. Piso el aeropuerto de Buenos Aires y me siento muy contento… porque sé que me voy a los 10 o 15 días. Tengo una hija, un nieto. Amigos quedan muy pocos, pero hay.
P. ¿Cree que en Argentina se ha resuelto bien el tema de la memoria histórica? Como sabe, en España el debate sigue abierto.
R. En el caso argentino había una herencia de impunidad espantosa. Cambió cuando Néstor Kirchner anuló las mal llamadas leyes del perdón. Mal llamadas porque no conozco ninguna víctima que haya delegado en terceros la capacidad de perdonar. Al cambiar esas leyes se han podido iniciar y concluir juicios contra represores. Aunque no están todos los que fueron. En mi caso, en el caso de mi hijo, mi nuera, mi nieta, le dieron perpetua a un general y a cuatro agentes de los servicios de inteligencia que estuvieron en la cosa. Pero en la cosa estuvieron más de 20 personas. La posibilidad de que la justicia se extienda es difícil. Pero el hecho es que hay más de 300 militares presos. Es un proceso lento y difícil. A los 35 años del asesinato de mi hijo fue castigado a prisión perpetua el general responsable, que entonces era capitán. Los mexicanos tienen un dicho: justicia tardada, justicia negada. Pero entre eso y la impunidad hay una enorme diferencia.

El País

El bloqueo contra Cuba, la más larga y cruel historia de violación de los derechos humanos

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Desde que triunfó la Revolución el Primero de Enero de 1959, jamás ha habido en Cuba un solo caso de asesinato, tortura o ejecución extrajudicial; jamás ha habido un "escuadrón de la muerte" ni una "Operación Cóndor". Cuba tiene una ejecutoria meritoria e intachable en la protección del derecho a la vida, el principal de los derechos humanos, incluso mediante cooperación altruista fuera de sus fronteras.
Ello es resultado de una Revolución que ha puesto como prioridad el bienestar de la población, en un clima de equidad y justicia social.
Es este pequeño o país el que por más de 50 años ha sufrido el perenne y grosero ataque de la potencia económica más poderosa del planeta. Resulta arcaica, fuera de contexto, ridícula, la agresiva política de Estados Unidos contra Cuba, la cual tiene el mismo objetivo desde hace cinco décadas: derrocar al gobierno revolucionario y devolver a este país a la dependencia de las fauces imperiales.
Para conseguirlo, 11 gobiernos norteamericanos han empleado diversas fórmulas, sin importarles el más mínimo respeto por la soberanía e integridad física de todo un pueblo.
Tras el fin de eliminar a la Revolución Cubana, Estados Unidos primero estableció su criminal política de Terrorismo de Estado, que provocó tres mil 478 muertos y dos mil 99 discapacitados, y luego con el bloqueo económico Estados Unidos lo que ha pretendido es matar por hambre y enfermedades al pueblo de Cuba.
"La mayoría de los cubanos apoyan a Castro (... ) No existe una oposición política efectiva (... ) El único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno (al gobierno) es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (... ) Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (... ) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno".
Ese fue el memorando que en 1960, Lester Mallory, subsecretario adjunto de Estado para los Asuntos Interamericanos le enviara a Roy R. Rubottom Jr., entonces subsecretario de Estado. Desde ese momento no ha cambiado nada, el violador se ha hecho más violador.
Como no podía, ni podrá doblegarnos —la historia se ha encargado de demostrárselo fielmente—, una verdadera parafernalia de bandos y enajenaciones legislativas, han hecho al imperio, también ante los ojos del mundo entero, pasar por encima del derecho internacional, incluso de los derechos de sus propios ciudadanos, como es la prohibición de viajar a Cuba.
Fieles ejemplos fueron la Ley Torricelli o Acta de 1992, la Ley Helms Burton de 1996, y el Informe de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, de mayo del 2006, un panfleto al más puro estilo colonial de más de 450 páginas de agresiones e irrespeto por los derechos de la especie humana, con el sello fascista de la administración de George W. Bush.
El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, es hoy uno de los ejemplos más nítidos y al propio tiempo de los más crueles, de violación de los derechos humanos en el mundo. Niega la posibilidad de salvar una vida, al impedir la importación de medicamentos para patologías muy específicas, trunca la adquisición de alimentos, pero además, no lo hace de forma bilateral, pretende obligar al mundo a la misma política, pues quien negocie con Cuba es sancionado por la Torricelli y juzgado por la Helms Burton, dos engendros jurídicos que codificaron esa manera de actuar.
La Convención contra el Genocidio de 1948, en su artículo 2, inciso b, tipifica como acto de genocidio "la lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo" y en su inciso c, "el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial". Cualquier coincidencia con Mallory, Torricelli, Helms Burton o Bush, no es casualidad.
Cuba, la agredida, no ha dejado de proponerle al gobierno que le viola sus derechos, sentarse a dialogar. Lo ha hecho, por ejemplo, desde la misma primera presentación en Naciones Unidas de la Resolución que pide la necesidad de poner fin al bloqueo, y que ha sido aprobada por la Asamblea General de la ONU desde hace más de 20 años. Se viene proponiendo, además, desde hace muchos años, con la callada por respuesta.
Lo vergonzante de esta historia es que el victimario usa ahora el pretexto del tema de los derechos humanos para sostener su genocida política contra nuestro país, después de agotársele todos los pretextos que invocaron con la Guerra Fría, el movimiento insurgente en América Latina, el Internacionalismo cubano en África y otras partes del mundo.
Más de cincuenta años de bloqueo de Estados Unidos contra Cuba significan la más larga y cruel historia de irrespeto por los derechos humanos. Ponerle fin está en las manos del Presidente de esa nación, solo tiene que escuchar a sus conciudadanos, al mundo y cumplir con lo que él mismo dijo en el 2009 desde el podio de la Asamblea General de la ONU, dirigiéndose a todo el planeta: "El Derecho Internacional no es una promesa vacía (...) Ninguna nación puede tratar de dominar a otra nación".

Un libro para salir del callejón

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Reseña de “El capitalismo en un callejón sin salida”, de Fred Goldstein

Ha llegado a nuestras manos la versión en lengua castellana del último libro de Fred Goldstein. Nos parece una obra necesaria.
Este libro nace en un contexto que ofrece curiosos paralelismos con la situación que vivimos en el Estado español. Lo que aquí es el 15 M, allí es Occupy Wall Street. El autor señala que este movimiento tiene la virtud de señalar a la élite capitalista como la culpable de la situación actual. Sin embargo, no basta con eso.
La enorme virtud de este libro es que no da la espalda a este tipo de movimientos, ni tampoco se pliega a sus incompletos discursos. Sino que les ofrece justo aquello que más necesita todo levantamiento espontáneo: el instrumento privilegiado del análisis marxista de la sociedad de clases.
Goldstein expone detalladamente algo que Red Roja viene repitiendo desde hace tiempo en el Estado español: las medidas de estímulo keynesiano no pueden solucionar esta crisis, porque ahora el capitalismo está plenamente globalizado.
La obra traza esclarecedores paralelismos entre la crisis actual y las de 1873 y 1929. Pero establece también graves diferencias. Si entonces los capitales podían recurrir a distintas estrategias para superar –o más bien, retrasar- la crisis (la guerra, la expansión imperialista, la intervención estatal sobre las finanzas, la reestructuración tecnológica, la destrucción de los sindicatos y la reducción de los salarios), ahora el sistema ha llegado a un punto sin retorno, donde ni siquiera todo eso junto logra invertir la tendencia.
Basándose en El Capital de Marx, este autor nos recuerda que esta crisis es una crisis de sobreproducción, inherente al sistema e inevitable bajo el capitalismo. La competencia obliga a los capitalistas a incrementar la productividad; para ello, se valen del desarrollo tecnológico, lo que incrementa el paro de masas y deprime el consumo. En mitad de la anarquía capitalista, cada empresario busca su propio beneficio y la productividad estrangula los beneficios. Así, prefieren dedicar sus capitales a la especulación, los préstamos, la recompra de acciones y otras actividades al margen de la economía productiva.
Se produce una “recuperación con desempleo” o una falsa recuperación y, mientras los banqueros saquean el erario público, sus títeres políticos hacen una hipócrita llamada a la austeridad. Mientras tanto, el extractivismo capitalista ha superado la capacidad de regeneración del planeta y amenaza literalmente la vida.
Goldstein cita con acierto El imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin, obra que expone cómo el saqueo colonialista de la periferia permitió a la oligarquía conceder algunas migajas a la clase obrera del centro, y en particular a su dirigencia sindical, a fin de acallarla y hacerla cómplice de sus barbaridades. En el Estado español conocemos a la perfección este proceso, pues hemos sufrido la traición de partidos como el PCE y sindicatos como CC OO.
Es otro de los puntos fuertes de la obra, porque los nacientes movimientos de protesta deben evitar caer bajo la influencia del revisionismo en todas sus formas, empezando por la socialdemocracia keynesiana cómplice directa del imperialismo, que intenta descaradamente ponerse a la cabeza de movimientos como el 15 M u Ocuppy Wall Street.
En consecuencia, para conjurar este posible peligro, Goldstein insiste en su libro en otra idea que hemos venido defendiendo siempre desde Red Roja: es la propiedad privada la base de que, a raíz proceso de acumulación del capital, la sociedad se divida en clases de intereses enfrentados, en ricos y pobres, en opresores y oprimidos.
Ninguna medida reformista, ninguna fiscalidad progresiva puede subvertir esta tendencia implacable derivada de que, al ser privados de los medios de producción, existe una masa de proletarios que sólo poseen su fuerza de trabajo y no pueden vivir de otra cosa, lo que les hace depender de los propietarios, que por tanto establecerán su propio marco legal (aunque sea bajo el disfraz “democrático-burgués”) para enriquecerse.
Esto unido a un desacomplejado y firme rechazo de las actividades de la OTAN contra países como Libia o Siria (actitud mucho más avanzada que la de otros camaradas que quisieron ver “revoluciones” donde sólo había injerencia imperial), o de las maniobras de las potencias centrales destinadas a desestabilizar a China, hacen de esta obra un libro muy interesante para tantos jóvenes que, por un lado, rompen con el sistema que les aplasta, pero por otro no acaban de lograr desembarazarse de la influencia de los panfletos difundidos por los medios de comunicación burgueses.
Y es que, como vemos en este libro, en Estados Unidos también hay comunistas. ¿No es aquel, el corazón del imperio, un frente de batalla decisivo para derrocar el sistema? Espero que muchos latinos proletarios norteamericanos disfruten con la traducción de esta obra fundamental. Una sola de sus líneas les aportará mucho más que las obras completas del tal Stephane Hessel.

Manuel Navarrete

John Reed con los “WobbIies” en la huelga de Paterson

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John Reed descubrió las luchas obreras en la huelga de Paterson y describió con la verdad una guerra de clases en la que los obreros ponían las víctimas
Ha llovido mucho desde entonces. En las últimas décadas, el triunfal-capitalismo había conseguido hasta hacernos casi olvidar el viejo lenguaje de los trabajadores y las trabajadoras conscientes: organización, huelga, defensa obrera, piquetes, solidaridad, comités elegidos y revocables, etcétera.
En su lugar impusieron otro muy del gusto de los amantes de los conceptos invertidos, a la manera de los que por un misterios que ríase usted de la Santísima Trinidad, se siguen llamando “socialistas”…Esas palabras aparecían estrechamente relacionadas con formas de vida inconformistas, activas, la propia de gente que se buscaba a sí mismo aunque nunca se encontraron, siempre había otro horizonte.
También estaban relacionadas con personajes como John Reed que vivió casi todo plenamente sin hacer concesiones. Reed era un referente, una asignatura, alguien del que había que leer (o devorar), los Diez días que conmovieron al mundo, sobre todo en su traducción previa a la imposible asimilación estaliniana (su edición soviética es demencial, resulta que la mayor parte de sus héroes habían resultado ser unos traidores); el México insurgente, que nos llegó a principios de los años sesenta en luna editorial con fama de “roja” como Ariel, sobre la que más tarde pudimos ver una apasionante versión fílmica, la Paul Leduc, que mostró ciertas facetas del periodista estadounidense que ya contaba con cierta notoriedad en Nueva York cuando cruzó el río Bravo para unirse con el ejército de Pancho Villa, un ejército revolucionario de desarrapados que llevaba la revolución en la punta de sus pistolas. Al final de la misma década nos llegó la biografía que le dedicó Robert Rosenstone John Reed. Un revolucionario romántico (Ediciones Era, 1979), que pronto desapareció de las librerías por la devaluación del peso.
En esta biografía de casi 500 páginas, John Reed, un revolucionario romántico, une la precisión de fuentes, típica de los trabajos académicos estadunidenses, con un buen manejo de los supuestos básicos del marxismo. Así, la imagen que teníamos de Reed de suyo interesante, se enriquece con facetas nuevas que llegan a desconcertar.
Reed es todo lo contrario al buen burgués conforme con las bondades de una existencia sedentaria. Un resumen muy escueto de su vida serla el siguiente: niño soñador, versátil estudiante de Harvard, poeta de algunos éxitos, apreciado narrador de ficción, radical que triunfa en Nueva York (lo llamaban el Muchacho de oro de Greenwich Village), innovador teatral que deberían conocer los brechtianos, periodista excepcional y revolucionario que muere joven, a los 33 años, y lo hizo como el principal fundador del partido comunista norteamericano y como un bolchevique con conciencia crítica. Su cadáver está enterrado en las murallas de Kremlin.
Por si hiciera falta, Reed fue el hombre deseado por las mujeres que brillaban en la bohemia neoyorkina: esa misma bohemia que lo apoyó y admiró cuando Jack dirigía la representación de un movimiento obrero en el Madison Square Garden, donde los actores eran los propios obreros huelguistas de Paterson, localidad cercana a Nueva York. Más de mil obreros actuaron su propio drama con tal espontaneidad, que el público se mantuvo en pie toda la función y entonó con ellos La Internacional y otros cantos rebeldes. Jack trató, por todos los medios a su alcance, de impedir la intervención armada de Estados Unidos en la Revolución Mexicana y en la Primera Guerra Mundial. Alineado con los marxistas y anarquistas que pugnaban por la paz y sostenían que la guerra era un pleito de los imperialismos, Jack supo de cárcel y persecución por sostener estas ideas. La justicia de Estados Unidos lo acosó también, especialmente como parte de la “cruzada” antibolchevique en la que jugó un papel siniestro un tal E. j. Hoover, una especie de Stalin made in USA.
Sobre el manido concepto de la objetividad periodística, hay una anécdota de Reed. Estando en Europa como corresponsal durante la primera guerra, Mike Robinson, el dibujante que lo acompañaba, comentó al leer un texto: "Pero si no ocurrió así". Reed señaló un dibujo de su compañero y dijo: "El bulto que la mujer llevaba no era tan grande y éste no tenía la barba cerrada". Robinson contestó que no le importaba la exactitud fotográfica, que su interés era plasmar su sentimiento, una impresión. "Exactamente", concluyó Reed, "eso mismo es lo que yo trato de hacer". Pero Reed estaba lejos de ser un cronista fantasioso. En el prefacio a sus Diez días... escribió: "En la lucha yo no era neutral. Pero cuando se trataba de relatar la historia de esas grandes jornadas me esforcé por contemplar el espectáculo con los ojos de un reportero concienzudo apegado a decir la verdad".
No ser neutral ni aparentarlo, apegarse a la verdad en todos sus actos, valieron a Reed la represión en vida y, ya muerto, el silencio hipócrita y mezquino de su país. Por eso Rosenstone, su biógrafo, dice que "Estados Unidos puede inmortalizar, de mala gana, a ciertos artistas que llevaron vidas de pasión y compromiso, pero -excepto por el homenaje rendido a la generación de 1776- nunca ha sido un país que perdone o admire a sus revolucionarios"
Entre sus capítulos, está el octavo dedicado enteramente a la huelga de Paterson en junio de 1913, y sobre la cual Reed escribió una crónica que podía publicarse con las adaptaciones pertinentes en algún diario (inexistente, al menos todavía) de la izquierda militante y que sería vituperado como “tendencioso” por los demás, por esos que no han dedicado una editorial favorable a ninguna huelga a lo largo de toda su vida…Este capítulo está recogido en varias antologías, entre ellas en la que publiqué en El Viejo topo, Rojos y rojas (Barcelona, 2003), y que creo que sigue siendo la antología más elaborada de todas las de John Reed aparecidas en castellano. Como el texto de Reed es asequible, he pensado que estaría bien dar a conocer el capítulo de Rosentone fraccionado en dos partes. En esta primera se trata de la crónica de la huelga, en una segunda lo haremos con la parte en la que los huelguistas y los habitantes del barrio bohemio de Greenwich Village, se dieron de la mano en un acto que todavía se recuerda.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Anexo:

Robert Rosenstone, Paterson

“Hay una guerra en Parterson, Nueva Jersey. Pero un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando: los due­ños de las fábricas. Su servidumbre, la policía, golpea a hombres y mujeres que no ofrecen resistencia y atropella a multitudes res­petuosas de la ley. Sus mercenarios a sueldo, los detectives arma­dos, tirotean y matan a personas inocentes. Sus periódicos, el Paterson Press y el Paterson Cali, incitan al crimen publicando incendiarios llamados a la violencia masiva contra los líderes de la huelga. Su herramienta, el juez penal Carroll, impone pesadas sentencias a los pacíficos obreros capturados por la red policíaca. Controlan de modo absoluto la policía, la prensa, los juzgados.
Pasando a relatar lo que había visto y hecho, Reed pintaba, en prosa encendida hasta el dramatismo, la situación de los huelguistas. El meollo del artículo era que, más que el supuesto "anarquismo" el lWW, la institución patersoniana, disfrazando de "ley y orden** la violencia, era la que actuaba "en contra de los ideales norteame­ricanos". Denunciando tanto a la Federación Americana del Trabajo como al partido socialista por no ayudar a sus camaradas obreros, mantenía en la mira a sus compañeros de cárcel: "¡Piensen nada más! Durante doce años han estado perdiendo huelgas: doce años completos de desengaños y sufrimientos incalculables. ¡No deben perder de nuevo! ¡No pueden perder!"
El artículo era duro, vivido y airado, y mostraba que Reed había atravesado un cambio. De reportero simpatizante había pasado a par­tidario comprometido. Un viaje iniciado en parte como una especie de francachela, poco diferente del día de la cena del cacique Sullivan para los desamparados o de las aventuras en el Tenderloin entre elementos del bajo mundo, había adquirido matices más serios. Pre­parado para algo nuevo por el creciente tedio de trabajar en el Ame­rican, la multiplicación de contactos radicales a través de The Masses, la incapacidad de hallar una forma adecuada para sus impulsos literarios, y el deseo de escapar a las rutinas de la vida en el Village, Jack había encontrado una causa. Al salir de la cárcel Reed sabía que algo debía hacerse y que él debía hacerlo. El artículo fue un primer paso, pero ya presentía que otras armas, además de la pluma, serían necesarias para ganar esta pelea.
La huelga de la seda en Paterson fue un hecho importante, no i sólo para John Reed, sino también para el IWW, el movimiento obrero y el cada vez más amplio sector de la bohemia interesado en cuestiones sociales. Nacidos menos de una década atrás, los Wobblies eran un hirsuto producto de la frontera oeste, engendrado en cam­pos madereros y lúgubres pueblos erigidos por compañías mineras, donde pocas amenidades de clase media encubrían la desnuda ex­plotación y lucha de clases. Último de una serie de intentos realiza­dos desde la guerra civil para formar sindicatos basados en el tra­bajo industrial no especializado más que en la organización gremial, el IWW propugnaba la militancia y la conciencia de clase. En sus orígenes, el sindicato había recibido el apoyo de socialistas como Eugene V. Debs y Daniel de León, pero cuando mostró estar en contra de toda acción política —por más radical que fuese— dicho apoyo se fue retirando. El IWW veía en la política una especia de juego, calculado para distraer al trabajador de su verdadero interés económico. Era mucho más importante organizar obreros que votantes, ganar huelgas que ganar elecciones
Los WobbIies ganaron pocas luchas obreras en sus primeros años, pero lograron llamar la atención del país, gracias en gran parte a la forma en que Estados Unidos reaccionó ante ellos. Radicales en su retórica, los líderes creían en la necesidad de derribar al capi­talismo, y su vocabulario estaba lleno de expresiones como "huelga general", "sabotaje" y "propaganda del hecho". Por más que la ideología del IWW fuese una extraña mezcla de marxismo, sindi­calismo y anarquismo, sus dirigentes sabían que los trabajadores prosperaban sobre ganancias inmediatas más que sobre esperanzas de una utopía distante. Pese a todo el discurso radical, en una situa­ción de huelga el lWW respondió advirtiendo a los obreros contra cualquier violencia y aceptando metas limitadas como menos horas y mayor salario. Pese a esto, la prensa oía siempre llamados a la revolución y a la acción directa, y las pugnas del sindicato con las autoridades llenaban los periódicos. Poco importaba que la violencia fuera obra de la policía o de los detectives de las compañías. Para 1910 el IWW se hallaba clasifi­cado en la mentalidad norteamericana como anarquista revolucionario.

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La realidad retornó antes que nada en las notas de la prensa dia­ria. Reconsiderando las reseñas elogiosas escritas por los críticos de teatro, los editores empezaron a explicar que, no obstante la eficacia del espectáculo y por más justificación que tuviesen algunas quejas de los huelguistas, el IWW era una organización inaceptable y "destructiva" que sólo prometía el odio, la violencia y la posible anarquía para Estados Unidos.14 Tal reacción podía esperarse por parte de los diarios importantes, pero el sombrío reporte financiero dado a conocer el 25 de junio por el comité ejecutivo resultó un golpe más serio. En vez de ganancia, el espectáculo arrojaba un déficit de casi dos mil dólares. Los costos de montar una sola función eran pesados, y no había habido dinero suficiente para rentar el Carden más de una noche. De quince mil asientos, muchos se habían ven­dido en veinticinco centavos, y un buen número fue gratis, para gente que en la entrada mostraba su credencial roja del IWW. Con diez mil dólares invertidos en renta y otros gastos, el déficit era previsible.
Como las razones -aun las buenas- no son comestibles, esta ex­plicación no ayudaba a los hambrientos sindicalistas. En muchos as­pectos el espectáculo había distraído la atención en cuanto a los asuntos centrales: la jornada y los sueldos. En Paterson los fondos empezaban a escasear, y los huelguistas habían cifrado esperanzas irracionales en la representación; quienes vieron la respuesta del público; soñaban incluso con enormes ganancias. Cuando la prensa de Paterson se valió de las malas noticias financieras para acusar a los patrocinadores de engordar sus propias bolsas, el desencanto de los fatigados huelguistas era suficiente para permitir que la idea cundiese. El resultado fue, en palabras de Flynn, "desastroso para Ia "solidaridad". En julio el frente obrero empezó a desmoronarse y algunos volvieron al trabajo. El chorro no tardó en volverse cau­dal, y en agosto la huelga había terminado sin que ninguna de las exigencias originales se cumpliera.
Cuando las brillantes esperanzas de mayo y junio se hicieron pe­dazos, John Reed estaba muy lejos de Paterson, viviendo una vida muy diferente. Años más tarde reconoció el completo desastre de la huelga abortada, y comprendió que el fracaso produjo la irrevocable retirada del IWW de la Costa Este. Los Wobblies nunca volvieron a ganar una huelga en esa región, y, como Jack dijera con exactitud, el sindicato "no recobró jamás su viejo prestigio" después de haber sido "destrozado" en Paterson. No resulta evidente si en algún mo­mento Reed llegó a darse cuenta cabal de que su propia actividad podía haber tenido un efecto negativo sobre la causa, pero a la larga comprendió, al menos, que la batalla de un sindicato industrial por ganar reconocimiento era un problema demasiado inmenso para resolverlo con una función teatral. Ni el poder del arte ni todo el apoyo de bohemios talentosos podían alterar significativamente las realidades de un orden económico establecido. Arrebatado en los febriles preparativos del espectáculo, Reed puede haber creído mo­mentáneamente en el poder del arte para alterar la historia. Pero los amigos cercanos que se hallaban menos envueltos sabían que tal efecto sólo podía ser marginal, en el mejor de los casos. Al felicitar­lo por escrito en julio, dos ex-harvardianos (de Harvard) radicales sugerían esto mismo al decir que el IWW "está ayudando a agitar la vida con mayor abundancia en la clase trabajadora, y eso es lo que necesitan. Nuestra ayuda no servirá de nada a menos que ellos inicien el plei­to.
El saber, en instantes lúcidos, que el espectáculo era apenas peri­férico con respecto al duro hecho de la pugna de clases no restaba importancia a la huelga. En Paterson, Jack olió, probó y sintió el espíritu del radicalismo y lo encontró bueno. Caído en el hechizo de los líderes Wobblies, admiraba "su comprensión de los obreros, la audacia de su sueño, la forma en que inmensas multitudes hu­manas se encendían y se vitalizaban bajo su guía". La huelga era "drama, cambio, democracia en marcha [...] una guerra del pue­blo", experiencia gloriosa por las visiones de esperanza que invocaba contagioso sentimiento de valor, camaradería y cordialidad que emanaba de los huelguistas. Una última visita a Paterson el 17 de narrada en una carta a su madre, mostró que el aspecto humano relegaba al ideológico:
Cuando les dije que me iba, diez mil personas me pidieron que-irme. No cuentes esto porque suena ridículo. Pero volví a dirigir canto, y cuando bajé se apiñaron en torno mío diciendo: "Hemos estado muy solos sin cantar; vuelve mañana", y: "Tú haces que la gente esté feliz." [. .. ] Eso es lo que estoy haciendo, Muz."
El compromiso de Reed era a corto plazo. Notorio en la prensa nacional por su arresto y por haber montado el espectáculo, recalcó Margaret que no pensaba apartarse del camino de los valores paternos:
No creas a los periódicos que dicen que me estoy atando al IWW o a cualquier otro grupito limitado. No soy socialista como no soy episcopalista. Ahora sé que mi negocio es interpretar y vivir la vida, dondequiera que se encuentre: ya sea en el movi­miento obrero o fuera de él. No he tenido con las camarillas ma­yor paciencia de la que tuvo Pa, ni me veré confinado en mayor grado que él, dentro de cualquier mezquina pandilla con plataforma
Insincero al insinuar que el IWW le parecía limitado, Jack era bastante veraz al explicar la visión que tenía de su propio papel, el e un escritor tras la pista de lo estimulante, hallárase donde se hallara. El radicalismo era una espléndida arena de movimiento, drama y emoción, pero no precisamente la única.
Como otros bohemios que fueron a Paterson, vitorearon a los” Wobblies” y asistieron al espectáculo, John Reed pudo —a diferencia le los trabajadores— pasar en el verano de 1913 a otra cosa que prometía ser tan interesante como la causa obrera. Pero no pudo olvidar lo que había visto y ayudado a nacer en el foro del Carden, el conmovedor espectáculo de hombres sin miedo que actuaban" miseria de sus vidas y la gloria de su revuelta". Tampoco olvidaría el calor circundante de obreros "ennoblecidos por algo más grande que elfos mismos", quienes con su amor lo habían hecho sentirse noble a él también. Otros caminos lo llamaban, pero Paterson había plantado una semilla en su corazón.

Las raíces de la esclavitud, el Imperialismo y el capitalismo

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La filosofía vuelve a resurgir después de su desaparición como método para buscar la verdad.
¿Qué sentido tiene la filosofía cuando ya se ha encontrado la verdad? Gritaran los empiristas, positivistas, ilustrados y materialistas.
Solo hay una verdad. La verdad es lo que se ve y se toca. No hay nada mas que esa verdad. Lo demás es mentira y no existe. Esta máxima empirista realza al conocimiento que nace de los sentidos como verdad absoluta e inmutable. Pero esconde un engaño. Hace milenios un filósofo descubrió el átomo por razonamiento y especulación filosófica sin tener microscopio.
Aunque no pudiera probarlo empíricamente, demostró que existía. Esto significa que lo que vemos o lo que nos llega a nuestra mente por los sentidos es solo una parte de la realidad, no mas.
El hacer ver que esa parte de la realidad es la única que existe, es irracional y un pensamiento anticientífico que nos aleja de la verdad y reduce la realidad.
Si todo cuanto existe o si la realidad es lo que vemos, oímos y olemos, digamos que, en el mundo real no hay sitio para otra cosa.
La materia se reduce a Hylé, un árbol no es un árbol, es leña, y tiene así un valor único y exclusivamente económico que lo da el cambio o mejor dicho el mercado económico, haciéndose éste juez del valor de la materia sin conciencia ni vida. La materia objeto y no sujeto.
El sistema económico donde fluye las mercancías y su intercambio se convierte así en juez y da un valor económico de intercambio al objeto, sea hombre o materia prima o fuerza de trabajo…
La reducción del sujeto a objeto es un acto imprescindible para la propia “existencia” del objeto, ya que fuera del mercado su valor es la de la no-existencia. No tiene valor lo que no puede comprarse o venderse. Lo que no es útil.
La vida real es desplazada por una ilusión y por un sistema de pensamiento irracional y anticientífico que atenta contra la realidad y la verdad.
El doble movimiento sistema capitalista y antisistema socialista dentro los dos del sistema como gobierno y oposición retroalimentan este sistema irracional y anticientífico que solo puede ser corregido por medio del animismo social o “el devolver el alma a los objetos” para convertirlos en sujetos, y donde antes el árbol era hylé u objeto para hacer leña, ahora es ser vivo y sujeto elevándolo mas allá del valor economicista y del mercado, adquiendo su verdadero valor.
La vuelta a encantar el mundo pasa por animar el mundo de nuevo y donde todo era objetos y cuya única lógica era su intercambio y su utilidad o interés. Hoy es ser, valor superior al que las relaciones económicas les dan. El hombre deja de ser objeto el y sus relaciones y se convierte en sujeto vivo y pensante con conciencia cuyo valor va mas allá del valor como objeto que le señala el sistema económico materialista, sistema encargado de la destrucción del alma de las cosas para convertirlas en objetos.
Así ocurre que los bosques, el aire los ríos, los pueblos pasan a tener alma, conciencia, vida, y esto se contrapone a la explotación, el colonialismo, el imperialismo.
Destruir un bosque es un crimen en nombre del intercambio económico. Queda así desnudo el sistema y su deshumanización y brutalidad y barbarie.
“La verdad” no es lo que vemos. El ser o los seres comparten una energía común, sean estos malamentes animados o sean llamados vivos. Digamos que, el compartir esta energía primigenia común podemos decir que todo lo que vemos no es objeto, sino sujeto, es ser y está vivo.
El árbol, la piedra, la montaña adquiere así un valor inestimable que antes desconocíamos e ignorábamos. Todo hace parte de todo y no existe la individualidad, el UNO o lo independiente.
Tampoco existe la muerte. La filosofía en su movimiento de búsqueda hacia la verdad, hace ver que el hombre una vez pasada la vida se transforma en aire, tierra, otros animales y todos ellos comparten así algo común, esto es, esa energía primigenia de la cual todos seríamos objetos y no sujetos.
El desencantamiento del mundo ha traido el triunfo no de la ciencia, sino de la técnica, y ese desencantamiento ha llevado a buscar de amputar el alma a los seres para reducirlos a simples objetos, lógica necesaria para su explotación.
El hecho de reducir todo a objeto, crea un mundo donde es un inmenso mercado y donde ninguna fuerza debe oponerse “a la razón del mercado” esto es, a la muerte del ser para que pueda existir en un mundo artificial creado donde las leyes del mercado o del monopolio rigen el valor de pueblos y naciones y de recursos naturales.
El positivismo dio el poder temporal a la banca y la industria, el materialismo sin espíritu ni conciencia (materialismo negativo) entronizó esa parte de la realidad una vez “desencantada” y donde todo es objeto y ni vida. El empirismo creó un sistema que llamó científico pero que escondió una gran falsedad al ocultarse una parte de la realidad.
Podemos ver claramente que las guerras, la esclavitud, el mismo sistema capitalista, el imperialismo, sus raíces son pues una visión de la vida donde todo se reduce a objeto y donde el valor de las cosas es marcado por el sistema económico y sus relaciones.
Todo esto se ha hecho matando o buscando de matar la filosofía y buscando de destruir el espíritu (no la religión) de los seres, en nombre del desencantamiento, la ciencia y la racionalidad.
Pero es inútil. Este proceso de desencantamiento o de convertir o reducir todo a objeto busca de convertir todo lo vivo y la realidad en un gran mercado de objetos sin vida, buscando así el sistema capitalista de destruir sus fronteras materiales, sino también espirituales para llevar a cabo su voraz destrucción de los recursos naturales pero también del ser.
Antes de cortar un árbol, lo reducimos a objeto, luego adquiere valor y existe porque entra en el intercambio económico. Pero su valor no radica en que ya es, y que es mas que un objeto. Digamos que el sistema capitalista no solo hoy ha frenado el progreso científico, filosófico y espiritual, sino que busca de no hacer evolucionar la conciencia y que los humanos veamos todo desde una forma donde todo es objeto, inanimado, sin vida, porque así las grandes multinacionales tienen via libre en nombre del progreso y de la destrucción de las supersticiones para destruir recursos naturales y llevarse por delante a pueblos enteros como lo ocurrido con el gobierno de Brasil o el gobierno de China, siguiendo el modelo y el pensamiento occidental, uno creando una gran presa que se llevará por delante millones de hectáreas de árboles, y otro porque derribará cien montañas para crean una mega-ciudad, olvidando que el fin del ser humano es otro al de ser un simple objeto dentro de un mercado mundial que está destruyendo el mundo y la vida pero que ya de síntomas de parálisis y de disfuncionalidad que harán crear nuevas alternativas a un sistema capitalista mundial y a su paradigma economicista y técnica de ver el mundo.
El Ser es ser y no puede ser objeto.

Marco Terranova Tenorio.

Iván Cepeda reafirma las acusaciones sobre vínculos paramilitares de Álvaro Uribe

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Entrevista en “Hablemos de paz y derechos humanos”

El expresidente colombiano acusa a Iván Cepeda de haberse aliado con bandas criminales para vengarse de él, dice Uribe que con sus falsas acusaciones torpedea a la justicia con inducciones al falso testimonio. Sobre esta polémica y ante estas acusaciones el congresista afirma que en las investigaciones realizadas en tanto que defensor de derechos humanos y en sus obligaciones que como congresista tiene de hacer control político, el nombre de Álvaro Uribe Vélez ha aparecido muchas veces ligado a personas u organizaciones mafiosas, narcotraficantes o de paramilitares. Precisa también que todas esas investigaciones y las afirmaciones que ha hecho sobre el expresidente están sustentadas con documentos, fotografías, testimonios, etc. y todas ellas han sido entregadas a las autoridades competentes. Hace un contrate entre su manera de actuar y la de Uribe Vélez que según él hace aseveraciones sobre personas u organizaciones que no están sustentadas en hechos concretos.
Iván Cepeda llama la atención sobre el hecho que estas acusaciones de Uribe se basan en las convicciones íntimas del expresidente que hacen que identifique a personas u organizaciones opositores como terroristas vestidos de civil. Corresponde dice a una convicción y a una doctrina que ha hecho carrera y que parte del supuesto que hay una guerra política que enfrenta al estado con terroristas, algunos de los cuales son civiles.
Recuerda Iván Cepeda que sus acusaciones contra Álvaro Uribe Vélez no son en abstracto. Se basan en el hecho que numerosos aliados políticos e íntimos amigos del expresidente no solo han sido condenados por paramilitarismo si no también que ellos mismos han confesado su participación en acciones criminales y su pertenencia a esas estructuras. Asevera el defensor de derechos humanos que cuando él dice que Uribe ha tenido relaciones con paramilitares se basa en hechos y situaciones precisas y demostradas. Reitera que el fruto de sus investigaciones contra el expresidente ha sido entregado a autoridades competentes como la fiscalía.
De los hechos recientes dice por ejemplo que hizo una denuncia penal para que se investigue a Álvaro Uribe Vélez, a su hermano Santiago, a los hermanos Villegas Uribe y Gallón Henao por conformación de grupos paramilitares, homicidio, desaparición forzada y otros delitos. La investigación está basada en el testimonio de Juan Monsalve, hijo del mayordomo de la Hacienda La Guacharaca de propiedad de los Uribe, quien entregó pruebas que incluyen fotos que muestran que en esa hacienda se habrían podido cometer actos criminales. El Congresista pide una investigación rigurosa que brinde al expresidente todas las garantías del debido proceso y la posibilidad de defenderse.

Sobre las acusaciones de tener vínculos con las FARC - EP

Hay que recordar que una de las personas que más ha insistido en los vínculos de Iván Cepeda con las FARC-EP es el expresidente Uribe Vélez. Iván Cepeda le conmina a que si tiene pruebas de esa situación las entregue a la justicia porque de no hacerlo estaría incurriendo en un delito al no denunciarlo. Como esas acusaciones se basan en el hecho de que un frente de esa guerrilla, que habría podido cometer acciones que podrían ser catalogadas como crímenes de guerra, lleva el nombre de su padre Manuel Cepeda, el Congresista afirma que no puede hacer otra cosa que rechazar este uso del nombre de su padre. Explica además que su utilización se hizo sin la autorización de la familia y que ya ha condenado en múltiples ocasiones ese uso.

Leyes de justicia y paz, de Víctimas y Justicia transicional

Considera el Representante Iván Cepeda que es necesario que haya cambios sustanciales para que tengamos una sociedad realmente democrática y justa. Para él varios de esos cambios pasan porque se transforme la realidad de un lado de millones de personas que viven en la miseria y que han sufrido la violencia y del otro lado, de aquellas personas que perteneciendo a aparatos criminales oficiales o ilegales se han enriquecido a partir de esos crímenes. Precisa que sí no hay algo que cambia sustancialmente la vida de unos y de otros la sociedad no podrá llegar a un plano de democracia.
Afirma Iván Cepeda que aunque tiene sentido y es respetable curar el dolor de las personas hay también un problema esencialmente político que debe ser resuelto. La verdad, la justicia y la reparación son condiciones éticas necesarias pero se requiere que cambien las condiciones políticas para que se debilite el poder de los victimarios de un lado y para que del otro, quienes han sufrido la violencia, tengan la capacidad de decidir. Hoy la situación es inversa y, aunque en muchas ocasiones gracias a la acción de las victimas se ha avanzado, la situación sigue siendo muy insuficiente. En las regiones las estructuras de poder siguen intactas y en poder de los familiares de los victimarios que controlan el Estado y gobiernan zonas enteras del país. Acota diciendo que las tierras usurpadas están lejos de regresar a sus legítimos dueños y las victimas siguen teniendo miedo porque hay regiones en donde las estructuras del Estado siguen en poder de los criminales.
Considera que se ha avanzado en algunas cosas pero es insuficiente. Para aplicar los mecanismos hay que entender que no todo se puede resolver desde la justicia porque algunos temas tienen trampas que limitan su aplicación y porque más allá de ella considera Iván Cepeda que hay que transformar las relaciones de poder político. Corrobora su afirmación diciendo que por ejemplo en Colombia no se puede avanzar en la restitución de tierras si no hay una transformación del poder local. Las leyes y los procedimientos podrán estar bien hechos, pero si desde el notario hasta el gobernador están ligados al aparato criminal no se lograran transformaciones reales en la vida de la gente.

Proceso de paz

Al hablar de la paz dice que se está ante un proceso muy esperanzador que le brinda a Colombia la posibilidad de evitar un desastre y encontrar un nuevo camino. Sin embargo cree que no va a ser fácil porque hay que discutir temas tan álgidos como el de construir Estado de derecho en toda la geografía nacional y se requiere tener autoridades que respondan a la constitución y a las leyes, algo que podría ser obvio en otro país pero que en Colombia no lo es.

Justicia transicional

Preguntado sobre si la polémica con Uribe será eterna Iván Cepeda dice que con Uribe como con todas aquellas personas que hayan estado involucradas en la comisión de esos crímenes o en un aparato que los haya cometido deben afrontar la justicia. Espera que tanto para Uribe como para quien haya estado involucrado en esos hechos haya un mecanismo transicional si esas personas deciden entrar en el proceso.
Iván Cepeda afirma que en este tema es necesario que todos cedan algo pero que el asunto está en saber cuales son los mínimos. No es negociable que en el caso de los crímenes de guerra, de los crímenes de lesa humanidad, de los genocidios haya impunidad. No puede haber una ausencia total de sanción o de investigación aunque podrá considerarse el asunto de las penas.
Para el representante a la Cámara es importante trabajar el tema de la no repetición y el MOVICE está en ello. Hay que cambiar la orientación que tienen los aparatos de seguridad, su dimensión, el desmantelamiento del aparato paramilitar, del poder local. Hay asuntos que van más allá de cuánta verdad, cuánta justicia o que mecanismos de verdad se necesita. Esos son asuntos indispensables pero no satisfacen totalmente las aspiraciones de las víctimas de crímenes de Estado.

Carácter regional del conflicto y responsabilidades

Dice el congresista Cepeda que en Colombia el conflicto tiene particularidades regionales y se debe trabajar allí en donde las cosas han sucedido para que esos sectores sociales puedan llevar sus propuestas a la mesa. Sería una manera de estimular la participación social porque no basta con que se produzca un acuerdo entre quienes combaten si no que se requiere de un dialogo entre sectores sociales. Habla de diálogos entre trabajadores y empresarios, entre campesinos y los que han acumulado las tierras, de acuerdos territoriales por ejemplo.
Es importante que estén cara a cara los negociadores de la guerrilla y el gobierno pero hay que preguntarse por el resto de la sociedad? No se hace ilusiones, sabe que va a ser difícil y que es posible que haya crisis pero demanda a quienes tienen responsabilidades publicas a hacer un llamado a la responsabilidad y a la perseverancia cuando haya problemas.

Marco jurídico para la paz y acuerdos

El marco jurídico podrá ser tenido en cuenta pero llama la atención a no olvidarse que se van a dar unos acuerdos que podrían estar en contravía con lo pactado. Dice que en el Congreso se ha llegado a un acuerdo o consenso político de no legislar por lo menos en las materias que son objeto de negociación.
El marco jurídico es un referente pero tiene para el congresista el problema que no tuvo en cuenta de alguna manera a la contraparte y que podría ser impugnado. Sí no se consultó a la guerrilla sobre el marco en el que se van a determinar las sanciones o beneficios que les serán aplicados va a tener una difícil aplicación.
Afirma Iván Cepeda que en lo que respeta a las víctimas el marco y las leyes tienen el mismo problema por que tampoco se les consultó. Recalca de manera especial que omitir la investigación de ciertas conductas es un problema y concluye afirmando que lxs negociadorxs de las partes deben saber que tienen unos límites y unos topes.
Al hablar sobre la forma como se abordan los problemas estructurales en el país dice que cuando se producen las reacciones de la gente, la respuesta inmediata es crear una mesa de dialogo y firmar unos acuerdos que después no se cumplen. Cita el caso de los indígenas a quienes sistemáticamente se les han incumplido y la gente está ante esos hechos llegando a una situación límite.
Preguntado sobre si es optimista ante el proceso dice que se declara optimista advertido, es decir que no se hace ilusiones sobre procesos fáciles o procesos exprés. Cree que ha llegado el momento de buscar la paz pero se necesita perseverancia.
Sobre las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad
El MOVICE va a proponer el tema del replanteamiento de los roles del ejército y de la policía porque dice que el ejercito está para hacer respetar la soberanía pero no para hacer persecución política y la policía debe ser un cuerpo cívico. Considera que hay que poner las cosas en su lugar porque los cuerpos de seguridad no deben estar orientados a destruir la vida de la gente porque se le antoja a un presidente. Estos para él son cambios de fondo necesarios.
Sobre la pertinencia de plantear esos cambios a la mesa de negociación dice Iván Cepeda que la función de las víctimas de crímenes de Estado es la de llevar allí esos temas porque este es el momento y, un principio de no repetición, exige plantearlos. Cree que si pasa el tema de la negociación sin que se aborden temas tan relevantes como esos después será difícil. Las instituciones del Estado deben cambiar. No obstante es consciente que allí la capacidad de negociación de las víctimas es mínima.

Narcotráfico

Iván Cepeda está convencido que hay soluciones a ese tema. El narcotráfico le ha hecho un inmenso daño a toda la sociedad colombiana. Diversos sectores, incluidos el Estado o la guerrilla han estado ligados a ese fenómeno y afirma que más que una guerra al narcotráfico lo que se ha producido es una administración del narcotráfico y dice que coincide con Santos y algunos expresidentes que hay que buscar nuevos paradigmas para enfrentar el problema.
Hay sectores del poder estatal que han hecho alianzas con un cartel para acabar con otro hasta que eso se convirtió en una espiral infinita y cita tanto los casos para acabar con Pablo Escobar y la utilización de los paramilitares.

La participación política de la insurgencia

No considera el congresista Cepeda que sea posible resolver el conflicto colombiano si se les niega a los insurgentes la posibilidad de participar en política. Un conflicto como el colombiano se resuelve en términos políticos. No se puede olvidar que uno de los problemas endémicos de Colombia ha sido para Iván Cepeda la posibilidad – o no – de permitir esa participación política.

Pedro Medellín y Baltasar Garzón
Canal Capital

Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), una historia de infamia

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“Aunque la mona se vista de seda, ¡en simple mona se queda!”
Esopo, Fábulas, siglo VII aC.

Cuando días atrás, mientras se celebraba la reunión iberoamericana de presidentes y jefes de gobierno, dos periodistas españolas reportearon a Rafael Correa, el presidente de Ecuador, en la radio de mayor audiencia de todo el país, se sorprendieron que el entrevistado atacara, sin ningún tipo de complejo, a la todopoderosa SIP, la Sociedad Iberoamericana de Prensa. Las periodistas creyeron, en su ignorancia, que se estaba atacando al conjunto de una profesión que en el continente europeo cree de ser la única poseedora de la verdad, tergiversa la realidad sin pudor y difama sin tener consecuencias legales al hacerlo.
Doble error: ni Correa atacaba a la profesión, ni los periodistas son los dueños de ninguna verdad, aunque la calumnien y la tergiversen.
La SIP se crea en 1943 en la ciudad de La Habana y desde sus comienzos estuvo constituida por editores y directores de periódicos y agencias informativas de toda América, Estados Unidos incluidos. En la actualidad reúne a 1300 de ellos. Es decir, representan, lisa y llanamente, los intereses de los grupos económicos propietarios de los medios informativos y no tienen nada que ver con la profesión periodística.
Su historia es más que turbulenta: nunca hizo nada por la defensa de los periodistas o la libertad de expresión y respondió descaradamente a las directivas de los medios norteamericanos que usaron la corporación como medio de culturización de las zonas de habla latina y como auténtica trinchera anticomunista en las décadas de los 60 y 70.
Los medios informativos norteamericano, en aquellos años, servía de correa de transmisión de los gobiernos de turno en Washington que defendía, sin ningún tipo de vergüenza, la conocida “teoría de la seguridad nacional”. Esta teoría, preconizaba que las fuerzas armadas de los países latinoamericanos se desentendieran de su misión de defensa fronteriza hasta convertirse en auténticas fuerzas de ocupación que garantizaran el orden interno y combatieran a aquellas organizaciones y movimientos que pudieran, siguiendo el ejemplo marcado por la Revolución Cubana, favorecer la implantación de regímenes de izquierda dentro del contexto de la Guerra Fría.
Esta política generó innumerables golpes de estado con el fin de desplazar a gobiernos democráticamente elegidos y que no estaban dispuestos a reprimir a sus conciudadanos: Uruguay, Chile, Argentina, Honduras, Perú, son sólo algunos de los ejemplos de estas “acciones de guerra” militares, que dejaron en las cunetas y los cementerios miles de muertos, fusilados y desaparecidos.
Las maniobras se orquestaron desde la famosa “Escuela de las Américas”, instalada por aquel entonces en la Zona del Canal de Panamá que administraba y controlaba militarmente el gobierno norteamericano y era vox populi, como señaló claramente Correa en el reportaje en cuestión, que la dirección de la misma estaba en manos de la CIA. Por esta escuela pasaron los estados mayores de todos los ejércitos latinoamericanos, y allí se prepararon y se fraguaron las masacres que posteriormente perpetraban en sus respectivos países, escudándose en el otro elemento común que les daba cobertura ideológica: el cursillismo, pensamiento ultracatólico, cercano al Opus Dei.
Incluso allí se creó la llamada “operación Cóndor”, que sellaba el compromiso de las fuerzas armadas de diferentes países en la persecución conjunta de activistas y propiciando compartir la información de inteligencia para ello. Todo era válido para conseguir una mayor efectividad en el accionar.
Mientras tanto, ¿qué hacia la SIP? Se constituyó, salvo contadas y honrosas excepciones, en el medio de difusión y defensa de esta teoría. La que pretendía hacer creer a los pueblos latinoamericanos que la Alianza para el Progreso, aquella campaña lanzada y dirigida por John Fitzgerald Kennedy, era una suerte de Plan Marshall a la latinoamericana y que permitió el establecimiento de auténticas bases militares de la CIA en los distintos países. Famosa era la que se asentó, entre alambres de espinos, barreras y soldados yanquis armados hasta los dientes, en las inmediaciones del Parque Nacional de Caaguazú, en la profundidad del monte paraguayo.
Cuando la Guerra Fría acabó y la política norteamericana cambió de rumbo político, permitiendo la aparición de regímenes más o menos democráticos en el panorama de América Latina, la SIP también cambió su táctica. Ahora era la hora de apoyar a los partidos políticos de derecha, manteniendo su vieja ideología de ataque a los movimientos sociales y populares que pudieran servir de germen a partidos de izquierda que, como ocurre en estos momentos, están extendiendo un manto de libertad por el continente.
Si muchas veces se oyen voces en Europa que se quejan de la escasez de medios informativos libres o medianamente objetivos, pueden mirarse en ese auténtico páramo que es América donde los medios tradicionales están conchabados con la política reaccionaria de la SIP. Por eso son constantes las luchas que se libran entre los gobiernos progresistas del continente y los medios de difusión. Por eso las periodistas españolas se confundieron: Europa cree que la sacrosanta libertad de prensa está por encima de la misma verdad. Tenemos que volver a recurrir a las palabras del presidente Correa: “en un estado de derecho no se persiguen personas … se persiguen delitos. Si ese delito lo comete un periodista, ¡qué pena! … difamar … es un delito, que si lo comete un arquitecto, un bombero voluntario, un boy scout o un periodista es indiferente; se persiguen delitos”.
La SIP pretende hoy, olvidándose de la negra historia que le precede, convertirse en el adalid de la libertad de prensa y no son más que los mismos perros a los que ni siquiera les han cambiado el collar.

Manuel D'Angelo
Entretierras

Huelguistas y artistas: el encuentro histórico de Greenwich Village

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Sucedió durante la huelga de Paterson, y sucedió en el Greewich Vilage, el barrio bohemio por excelencia de Nueva York, y en el que residía toda la izquierda artística que antes de la I Guerra Mundial. El barrio “anarquista” mantuvo poderosos puntos de encuentros con el sindicalismo revolucionario del IWW entonces en su mayor apogeo. El acto en solidaridad con los huelguistas fue según todos los testimonios, impresionante. Se dice que todavía es recordado porque mucha gente que lo vivió se lo contó a sus hijos y nietos. Este encuentro fue posible en el ambiente de reformismo liberal optimista que precede la guerra mundial, y la revolución rusa de 1917, contra la que los gobiernos de los estados Unidos declararon una guerra que no ha terminado todavía. Lo narra Robert Rosenstone en el capítulo sobre Paterson, cuyos trazos más sindicalistas hemos publicado en una primera entrega titulada John Reed con los “WobbIies” en la huelga de Paterson, y también aparecida en Kaosenlared donde la vida y la obra de John Reed. Así como la de Louise Bryant, han dado pie a numerosos trabajos. Varios de ellos relacionados con la película “Reds”, de Warren Beatty, donde la huelga de Paterson aparece de refilón.…
También se han publicado numerosos artículos sobre el periodo clásico del movimiento obrero norteamericano, un periodo lejano pero que sigue teniendo un peso en la memoria del pueblo trabajador e insumiso.
Como el resto del país, los bohemios veían a los Wobblies como revolucionarios locos y fantasiosos, sólo que en este caso tal identi­dad era más romántica que aterradora. Los habitantes de Greenwich Village se complacían por lo general en los recientes triunfos de los socialistas: Debs había obtenido el seis por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de 1912 y miembros del partido eran electos para cientos de puestos locales en toda la nación. Pero para­dójicamente, al competir y ganar elecciones, los socialistas podían verse demasiado integrados al sistema, demasiado próximos a las convenciones pequeñoburguesas contra las cuales se rebelaban los bohemios, y para alguien como Reed el partido socialista era "más tedioso que la religión". Esto jamás habría podido decirse del IWW. Con sus trabajadores migratorios, poetas vagabundos y ague­rridos organizadores, sus notorias luchas por la libre expresión en Spokane, Fresno y San Diego, su aura de violencia y sabotaje, sus batallas con la policía y las juntas vigilantes, el IWW era una or­ganización dramática que hacía del radicalismo un heroico grito de libertad, palabras valientes entonadas frente a los rifles de la milicia. Alinearse con los Wobblies era pelear por la justicia y oler la exci­tación de las barricadas.
El Village entregó su corazón al IWW después de que, en 1912, el sindicato invadió con éxito la costa este, organizando a los traba­jadores multinacionales de Lawrence, Massachusetts, para una lu­cha contra los mayores fabricantes textiles del país. Los titulares ha­bían grabado en la mente pública a los carismáticos dirigentes: Hay-wood, Tresca, el apuesto y místico Arturo Giovannitti, poeta y orga­nizador. Cuando el IWW ganó aquella huelga contra el poder reu­nido del capital y el Estado, pareció llegar un punto de viraje en la historia; la prensa se preocupaba por la creciente marea revolucio­naria, mientras los Wobblies y sus simpatizantes veían acercarse la aurora de una nueva época. Y John Reed, al detenerse en Lawrence 'para examinar la situación posterior a la huelga, compartió la gene­ralizada opinión de que el sindicato ya "dominaba el horizonte so­cial e industrial como un portento del levantamiento de los opri­midos".
Paterson fue el segundo gran esfuerzo del sindicato en el Este, pero el inicio de la huelga no podía acreditarse al IWW. Las con­diciones de trabajo en las fábricas eran ya deplorables, con largas jornadas y bajos salarios, cuando un aumento de producción —por el cual cada obrero debía atender cuatro telares en vez de dos— precipitó un espontáneo abandono de trabajo en la fábrica más grande durante febrero de 1913. Sólo entonces el IWW, que llevaba años intentando organizar a la ciudad, vio fructificar su esfuerzo. Pronto las principales fábricas de seda de la región cerraron, y los propietarios —creyendo en una especie de teoría del dominó con respecto a la organización sindical— estaban decididos a no ceder ni una pulgada, a resistir la negociación colectiva no sólo por sí mismos sino también, vagamente, por otras industrias que podían verse amenazadas. Esta decisión determinó que la prensa y la Iglesia tacharan al IWW de antinorteamericanos, así como el comportamien­to de funcionarios y policías y juzgados. Deseosos de otra victoria, los jefes nacionales del IWW acudieron a Paterson, sólo para quedar bajo arresto. Si bien las filas del sindicato se engrosaban con ra­pidez, los trabajadores no afiliados tenían una buena representación en los consejos de huelga, y los dirigentes del IWW se contentaban con respaldar las demandas de los obreros patersonianos en pro de la jornada de ocho horas y de un salario mínimo en algunas cate­gorías laborales. Estas metas no eran muy revolucionarias, pero al menos satisfacían los deseos de que la organización siguiera cre­ciendo y triunfando.
El abismo entre la imagen revolucionaria del IWW y sus accio­nes medidas, responsables y ajenas a la violencia, no resultaba del todo evidente para los simpatizantes de Greenwich Village que ahora se congregaban a ver en acción a sus héroes de clase obrera. A raíz de la publicidad en torno al arresto de Reed y a sus sostenidos es­fuerzos por mostrar a sus amigos la gravedad y la importancia del la huelga de la seda, gente del Village como Walter Lippmann, Max Eastman, Henrietta Rodman, Ernest Poole, Margaret Sanger, Harry Kemp y Leroy Scott hizo peregrinajes allá. El domingo era el mejor día. Libres de la necesidad de montar guardia, los obreros se congregaban en mítines masivos. Como los funcionarios de Pater­son se negaban a extender permisos, miles de familias iban en cara­vana a la vecina Haledon, pequeña comunidad con alcalde socialista. En la ladera de una colina, en una pradera cuyo dueño simpati­zaba con la huelga, quince o veinte mil trabajadores y niños repo­saban en el pasto, comiendo pan y queso y bebiendo vino, escuchan­do los discursos que los dirigentes pronunciaban desde el balcón de la granja. Al principio algunos espectadores creían hallarse ante un picnic parroquial, pero las palabras dichas daban otro sabor muy distinto. En ocasiones el lenguaje era violento, con Tresca exhortando a sus compatriotas italianos: "Occhio per occhio, dente per dente, sangue per sangue!" Más típica era la verba de la popular oradora Elizabeth Gurley Fynn, quien predicaba la huelga de brazos caídos y aseguraba "al público que nada amedrentaba tanto a los patrones como la violencia contenida en la simple negación a trabajar.
La mayoría de los emisarios del Village llevaban razón de que el mundo exterior veía en los huelguistas a hombres y mujeres que estaban dando un paso importante hacia la democracia industrial. Cuando Haywood pidió a Reed, en su primera visita, que hablara a la gente, Jack contempló el mar de rostros esparcidos sobre la ver­de colina y sintió que le faltaban palabras. Esperando en silencio, advirtió que en la multitud se henchía una curiosa especie de ritmo, la relacionó con un movimiento similar que había sentido en la cárcel cuando los huelguistas buscaban abolir los problemas por medio del canto, y a continuación se retrajo a una imagen del es­tadio de Harvard en una tarde de otoño, con el equipo de fútbol atrás. Avasallado por la vieja vocación, Jack empezó a dirigir el canto de los obreros: primero "La marsellesa", luego "La Internacional". A sus pies, italianos y alemanes, polacos y griegos y judíos se fundían en uno, y al resonar los coros contra la ladera, Reed se halló inundado por una ola de triunfo que hacía parecer muy cerca el día de la victoria.
Discursos, canciones, la palabra escrita: ¿cómo ayudaban estas cosas a las familias que lentamente se morían de hambre en Paterson? Los perplejos moradores del Village buscaron la manera de concretar en mayor grado la ayuda, y antes que mayo mediara nació la idea del Espectáculo de Paterson.* Su concepto era sencillo y carecía de precedentes: dramatizar la huelga representando los suce­sos principales en el Madison Square Carden, con los obreros en sus propios papeles. Vehículo de propaganda y, al mismo tiempo, em­presa para recaudar fondos, podía ser también una manera de fundir las actitudes antiburguesas de la intelectualidad y la presión anticapitalista del proletariado en un arma poderosa para la guerra contra el enemigo común: la clase media y alta, complaciente, re­primida y explotadora;
Si Reed no creó la idea del espectáculo, apenas si puede dudarse que sus prodigiosos esfuerzos dieran vida al proyecto. En un comité ejecutivo de seis personas, él era el más comprometido, el más ac­tivo, el que daba sentido a lo que de otro modo era una "pobre, ineficaz, desorganizada" muchedumbre de individuos incapaces de concordar más allá de la idea general. Cada noche había reuniones en el reducido departamento que Margaret Sanger tenía en la parte alta de la ciudad. Durante días las habitaciones se abarrotaban de anarquistas, socialistas, sufragistas, dramaturgos, poetas, maestros de escuela y ricos mecenas de causas radicales, que sentados en las mesas, los libreros, las camas y el piso debatían acaloradamente cada_ decisión. Ahí estaban Haywood, "abatido el rostro hinchado, cu­bierto de surcos y cicatrices [...], su enorme brazo en torno a los hombros de una muchacha desaliñada"; F. Summer Boyd, socialista encarcelado en Paterson por leer la cláusula de la constitución estatal de Nueva Jersey referente a la libertad de expresión; Alexander Berkman, que había pasado catorce años en prisión por intentar asesinar a Henry Frick durante la huelga de las Fincas en 1892; la anciana Jessie Ashles, "dulce y anticuada en apariencia como una tía abuela puritana", activa en muchas causas radicales; la acauda­lada Mabel Dodge, intérprete de Gertrude Stein y anfitriona del no­torio salón de la Quinta Avenida; el novelista Ernest Pople, que en 1907 pasara directamente de Princeton a los arrabales del East Side, con un grupo de reformistas deseosos de convivir con el prole­tariado; el alborotador Harry Kemp, siempre a la caza de la da­misela perfecta que agraciara su lecho. Los debates sobre problemas de dinero, publicidad y organización se prolongaban hasta el infi­nito, y siempre, entre el ruido y la confusión, Jack era alguien al que le gustaba a la refriega con las cuatro patas y empezaba a vociferar hasta que los convencía de actuar de consuno.
Mientras el comité despachaba arreglos financieros y otros asun­tos prácticos, Reed se hizo cargo de escribir el libreto y montar la producción. Envolviendo a los amigos en su entusiasmo creciente, convenció a Bobby Jones de que diseñara la escenografía, a John Sloan para que pintara telones y a Eddy Hunt para que fungiera como una especie de ayudante general. El problema de los ensayos —celebrados en un salón sindical— era formidable, pues los huel­guistas de diversas nacionalidades tenían dificultades para enten­derse con Jack y entre sí. Él tomaba a los actores como guía: primero les pedía representar su estado de ánimo al ir a trabajar por las mañanas, al marchar como huelguistas, al enfrentar los garrotes de la policía; luego hacía que los demás comentaran las actuaciones. Pronto los huelguistas eran a la vez histriones y críticos: sugerían, ayudaban, se daban en cuerpo y alma a la tarea. De trescientas personas el primer día, los ensayos crecieron a más de mil. Cuando la policía clausuró el salón sindical como "foco de desorden", hubo que dirigir en un baldío cercano, a veces bajo la tibia lluvia de 'primavera. El clima, el acoso, la confusión: nada de esto sofocó un floreciente espíritu indefinible que se expresaba cada día al gritar los huelguistas: "Música, música, música", hasta que Jack conducía el canto. Respondiendo al entusiasmo, produjo una obra revoluciona­ria al juntar la letra de una canción favorita del IWW con la me­lodía de "Harvard, Oíd Harvard".
Yendo y viniendo entre Paterson y Manhattan, Reed se desgas­eaba. No había tiempo de comer como se debe, ni de cambiarse la ropa, ni de dormir, ni de cuidar todos los detalles de la producción *en las tres semanas disponibles. Unos días antes de la función, se presentó la amenaza del desastre financiero y el comité ejecutivo se vio forzado a votar la suspensión del proyecto, pero obreros neoyor­quinos de la seda, simpatizantes con la causa, aportaron los fondos necesarios, y de pronto era ya la víspera del espectáculo, nada esta­ba del todo listo y la carga entera del posible fracaso se cernía sobre Jack, quien cercano al colapso siguió adelante. La tarde del 7 de junio, mil doscientos huelguistas de la seda, encabezados por Tresca y Haywood, marcharon solemnes desde el embarcadero fluvial de Hoboken hasta el Madison Square Carden, donde atacaron con vo­racidad emparedados y café. Luego Reed, sin chaqueta, las mangas remangadas, gritando por un megáfono hasta quedarse ronco, diri­gió el ensayo final de los improvisados intérpretes. Al terminar, ya avanzado el día, cayó exhausto sobre un escritorio improvisado en una de las oficinas del Carden.
A las ocho se levantó "más fresco que nunca". Ya las calles en torno a la arena se hallaban atestadas de gente y largas filas se ex­tendían frente a la taquilla, mientras en los cuatro costados de la Madison Square Tower las letras "IWW", de tres metros de alto, resplandecían en luces rojas. Antes de entrar en el auditorio, el alguacil Julius Harburger expuso a los reporteros su opinión sobre las "desleales [...] antinorteamericanas […] histéricas y falaces doc­trinas" del IWW, lamentó que una corte le impidiera prohibir que se cantara la "Marsellesa", y juró: "Si alguno le falta al respetuosa la bandera, así sea con una palabra, les pararé la función tan rápidamente que se van a quedar sin aliento." Dentro, la vasta caverna oscilaba de ruidos. Los balcones, de los que pendían inmensos estandartes rojos, estaban repletos; el ruido de los pies y los pregones de quie­nes vendían panfletos radicales competían con una banda del IWW en la que los metales predominaban. Viendo que las filas delanteras, donde los asientos costaban uno y dos dólares, se llenaban demasiado despacio, el comité decidió apresuradamente vender todos los boletos restantes en veinticinco centavos. A las nueve, cuando algunos de los quince mil espectadores abarrotaban aún los pasillos, Reed dio una señal y el espectáculo de Paterson comenzó.
La escenografía era impresionante. En un extremo de la arena oscurecida había un enorme escenario y tras él un inmenso fondo de amenazantes fábricas de seda, tamaño natural, con luces brillando tras filas de ventanas. Por el centro del Carden una ancha calle di­vidía al público, y por ella empezaban a pasar pequeños grupos de obreros, distraídos y desganados, hacia las fábricas. Lenta y tris­temente desaparecían por las negras puertas, y durante un largo rato no hubo más sonido que la áspera vibración mecánica de los tela­res. Luego, de pronto, voces dentro de los edificios empezaron a gritar: "Huelga, huelga", y los obreros, entre risas y empujones, salieron en torrente de las fábricas, llenaron la escena y empezaron a cantar "La Internacional". Después, morían los sonidos y las luces de las fábricas, pero los actores representaban vividamente sucesos; en los que habían participado: los piquetes masivos, la llegada de! la policía, las brutales peleas entre gendarmes y huelguistas, los tiros a la multitud que habían matado a un obrero, la procesión fúnebre y el entierro en que cada huelguista dejaba caer un clavel rojo sobre el ataúd, el desfile del primero de mayo con banderas al vuelo y estruendo de bandas, y la reunión final en la que unánimemente; juraban nunca regresar al trabajo mientras no se satisficiera la exigencia de una jornada de ocho horas.
Desde el momento de iniciarse, la función fue un éxito. El público, en gran parte trabajadores neoyorquinos más unos cuantos» bohemios y simpatizantes de clase media, se levantó a unir sus voces al primer canto de "La Internacional", y después casi nadie volvió a sentarse. Salvada la sutil distancia entre actor y espectador, la multitud era una con los huelguistas: abucheaba a la policía, rugía al unísono canciones revolucionarias, respondía a las palabras de Tresca, Haywood y Flynn, aplaudía y gritaba su aprobación continuamente, hasta los solemnes momentos del funeral, presenciados en una actitud extática mientras las lágrimas corrían por muchas mejillas. Los reporteros quedaron impresionados con la intensa comunica­ción entre público y actores, y los periódicos del día siguiente publicaron entusiastas notas donde se hablaba de una "espectacular producción", de "un realismo punzante que nadie [ ... ] olvidará jamás" e incluso se sugería que el espectáculo marcaba el nacimien­to de "una nueva forma artística". Los bohemios veían visiones de un teatro revolucionario popular con el poder de comprometer las emociones de las masas, mientras Hutchins Hapgood aclamaba el concepto, la representación y la visión: "Este tipo de obra ali­menta la esperanza de una democracia verdadera, donde la autoexpresión en la industria y el arte entre las masas pueden convertirse en rica realidad y esparcir un resplandor humano sobre toda humanidad."
El resplandor ya estaba ahí, en el pecho de los espectadores, en los corazones de los huelguistas-intérpretes, en las mentes de artistas-intelectuales que como Reed se habían abierto a una nueva dimen­sión de la realidad. Era un resplandor humano, avivado por el soplo de la experiencia colectiva, pero incapaz de sobrevivir a la realidad fuera del teatro. Muchos hombres salieron del Carden con nueva determinación de ganar la huelga de Paterson, pero aún había un mundo de policías, intransigentes dueños de fábricas, niños hambrientos y rentas sin pagar. Por más que conrnoviera, elevara y en­nobleciera, una obra de arte no podía abolir un mundo de explota­ción, codicia y poder.
Nota del autor Los orígenes de la idea del espectáculo son difíciles de precisar. Mabel Dodge declara inequívocamente que la idea fue suya y, sin dar una fecha precisa, indica que la sugirió aquella noche en que Haywood planteó por vez primera la situación de Paterson a la gente del Village. Hace luego que Reed —a quien allí conociera— salte a apoderarse de la idea, diciendo: "Yo lo haré", para después marchar a Paterson a hacerse arrestar y reunir material. En su autobiografía, Hutchins Hapgood sigue esta versión paso a paso, pero utilizó el libro de Mabel para refrescar su propia memoria. La autobiografía de Bill Haywood dice simplemente: "En una pequeña reunión en la casa de un amigo neoyorquino, se sugirió que sería una excelente idea representar la huelga en Nueva York." Véase Mabel Dodge Luhan, Movers and Shakers Harcort, Brace, Nueva York, 1936, pp. 188-89; Hutchins Hapgood, A Victorían in the Modern World, Harcort, Brace, Nueva York, 1939, p. 350; William D. Haywood, Bill Haywood's Book, International, Nueva York, 1929, p. 262.
Pese a su aparente plausibilidad, esta explicación resulta en algunos aspec­tos difícil de aceptar. A Mabel le gustaba recibir crédito por animar e ins­pirar a la gente que la rodeaba y especialmente a los muchos hombres en su vida. El verdadero problema, sin embargo, es que en ningún sitio de las cartas de Reed o de sus amigos cercanos hay gran indicación de que hubiese ido a Paterson a reunir material para un espectáculo. Las notas a Hunt indi­can que, una vez en la cárcel, quería quedarse unos cuantos días para saborear plenamente la experiencia. En un drama humorístico de una página, escrito el 30 de abril, Hunt hace que Reed diga en la prisión: "No me sa­quen. Estoy reuniendo material para un poema épico", pero esto no significa necesariamente un espectáculo. Antes, el drama indica que Reed cayó arres­tado por azar, más que con la intención de pasar por la experiencia carcela­ria, y en una nota a Hunt él mismo insiste sobre el punto: "Si piensas que cualquier error mío fue lo que me enchambó, estoy en desacuerdo contigo. Si piensas que no me hallaba estrictamente dentro de mis derechos, estás loco. [...] Es un claro caso de injusticia contra un ciudadano que ni siquiera andaba en el asunto." Otras remembranzas indican asimismo que los viajes dominicales a Paterson precedieron a la idea del espectáculo, y sin embargo no se emprendieron esas travesías antes del arresto de Reed. El primer reporte periodístico sobre los planes del espectáculo apareció el 22 de mayo de 1913 en el Times de Nueva York. Todo estos datos al menos tornan los orígenes del evento un poco más problemáticos de lo que indican los recuerdos de Mabel Dodge.

(*) Fragmento del capítulo VIII de Robert Rosenstone. John Reed. Un revolucionario romántico (Ediciones Era, 1979. pgs, 144-154). Al igual que en la entrega anterior, no están recogidas las notas a pie de página en las que Rosenstone hace constar sus fuentes de información.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Llaman a Felipe González para regenerar el PSOE

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En una verdadera democracia, Felipe González, estaría en la cárcel lo que le resta de vida. Sin embargo se pasea y pavonea, yendo de un lado para otro, como si continuara siendo aquel que creía ser “dios”.

La “asamblea” de la desvergüenza fue celebrada el domingo día dos del presente, so pretexto de homenajear a Felipe González, el “Dios”, del PSOE en el Estado español.
Como se encontrarán de mal para tener que tratar de sanar, echando mano de lo peor de lo peor: de Mister X, del símbolo de la época de corrupción más intensa y escandalosa (FILESA, Roldan, lo más destacado) jueces amigos a su servicio, como José Augusto de Vega que fue cogido con las manos en la masa prevaricando a diestro y siniestro; gobernadores del banco de España como Mariano Rubio, con el que le unía una gran amistad y por el que ponía la mano en el fuego, al momento en que fue denunciado, siendo después encarcelado por defraudar Hacienda y por tenencia de cuentas opacas; Felipe González nos metió en la OTAN, permitió el Terrorismo de Estado de los GAL, fue el artífice de la privatización de las empresas y sectores que más beneficio ofrecía al Estado y estuvo siempre rodeado de una coorte de ministros y personal de confianza de su misma catadura: “joyas” en economía como Boyer y Solchaga, en cuestiones interiores de Barrio Nuevo y Vera, condenados por el caso GAL (secuestro de Segundo Marey, llevado a cabo por Amedo y Domínguez…) en aquella banda también se encontraban los hermanos Solana, uno de ellos fue presidente de telefónica durante seis años, asesor de grandes empresas y del se cuentan otras historias para no dormir; el otro fue máximo responsable de los daños colaterales producidos en los Balcanes como responsable de la OTAN. El felipismo fue ejecutor de los primeros tajos que se le dio a la Seguridad Social, en diversas ocasiones, por medio del descuento y rebaje de cuotas a las empresas, (con el temprano argumento de estimular a los empresarios para la creación de empleo) de los recortes a las pensiones, de las indemnizaciones por despido, de las reducciones en prestaciones por desempleo. El mismo, Felipe González, admitió que llevó a cabo una reconversión industrial al estilo Thatcher de la que se sentía orgulloso; domesticó a los dos grandes sindicatos a base de pactos sociales, y los incorporó más adelante a cierto estatus de poder fáctico, tras la huelga del 14-D del 88, acabándolos de corromper. Y se cargó al PCE, con la inestimable colaboración del que en el exilio se propuso superar la escisión de 1921, o sea, de Santiago Carrillo, que andaba de un lado para otro por los pasillos de las Cortes para ver como regresar de nuevo a su “caaasa”.
El socialismo, Felipe González made in PSOE, culmina en su fichaje por Gas Natural Fenosa con un sustancioso salario, gracias a los servicios prestados, no precisamente a la clase obrera.
En el magno evento se encontraba toda la flor y nata del “reformismo radical”, según Rubalcaba, de principios de los 80, entre los que ya estaba él. Este, en un alarde recuperador de contenidos de esa época, definió al PSOE como anticapitalista especulativo. ¡Casi na!, la profundidad del mensaje. También, como no podía ser de otro modo, estaba presente el Sr. Zapatero; el hazme reír de la troica y de la Señora Merkel y el que hizo llorar a muchos de los que se habían confabulado con el signo de la ceja estirada. Fiel sumiso a los referidos máximos defensores del capital, modificó a peor la Constitución abriéndole una amplia autopista a la derecha histórica para que no encontrara obstáculos a la hora de robar derechos y bienes a los trabajadores para entregárselos al capitalismo.
El caso es, que si el arreglo del PSOE-PSC pretende comenzar con este acto, (de homenaje al socialismo español del posfranquismo) puede tener las mismas posibilidades de éxito que el que se presentó con un saco de yeso para reparar el derruido castillo.
Esta opinión, ¿es para ensañarse con el árbol podrido que está a punto de caer al suelo? No exactamente. Es para recordar que desde el 78 nunca estuvo de pie y firme en la defensa, no ya de los intereses de la clase obrera, por cima de todas las demás cosas, si no ni tan si quiera de una democracia, aparente, donde las diferencias que existían, ya de por si muy injustas, no se hubieran disparado a peor, gracias a la inestimable colaboración del felipismo con el capital.
Por eso, que a estas alturas y después de todo lo que ha llovido y con lo que siguen descargando las nubes en estos momentos, que se pretenda reparar el desastre producido, en unas ideas por las que muchos sucumbieron en la guerra civil que provocó Franco, de la mano de uno de los individuos que metió al PSOE en los cenagales más nauseabundos de corrupción, de terrorismo de Estado y de dictados contra los trabajadores, es seguir engañando a quienes aún les votan de buena fe.
En una verdadera democracia, Felipe González, estaría en la cárcel lo que le resta de vida. Sin embargo se pasea y pavonea, yendo de un lado para otro, como si continuara siendo aquel que creía ser “dios”.
Mucha faena por delante tienen las chacones y los gomez y mucha prisa se han de dar, si quieren darle un giro al panorama del Partido y salvar unas siglas históricas. Si bien a muchos nos cuesta creer que los condicionantes contraídos con los poderes económicos les permitan, si quiera, dar un lavado de cara al asunto.

J. Estrada Cruz

La prensa revolucionaria en la era 2.0

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Internet parece que han dejado en segundo plano a la prensa en papel. Este artículo analiza la realidad tras esta afirmación y el papel de la prensa revolucionaria y las redes sociales...

Internet y las redes sociales han tenido, y tendrán, un gran impacto sobre la sociedad. La rapidez con la que puede viajar la información a través de la red es insuperable por parte de cualquier medio físico. No es nada extraño pues que el periódico en papel pueda parecer una cosa del pasado, con poca o ningún tipo de relevancia hoy en día. Pero, ¿es cierto esto? Miremos algunas cifras.
Según el Barómetro de Hábitos de Lectura de 2011, en el Estado español el 77,6% de la población lee periódicos. Mientras que es cierto que, respecto 2010, la cifra ha bajado un 0,5%, se mantiene un claro aumento respecto al 2009. Por otro lado, en el estado tan sólo un 34,9% lo hace en soporte digital.
¿Quiere decir eso que no hay nada de cierto en el aumento de la lectura digital? Ni mucho menos. En el Estado español la lectura en soporte digital ha subido 4,9 puntos entre 2010 y 2011, llegando al 52,7%. A la vez hay que tener en cuenta el fuerte aumento estos últimos años de la lectura de webs, blogs y foros que llega al 42,7% a nivel estatal.
Todas estas cifras nos ayudan a situarnos mejor en el debate sobre la prensa en papel en la era 2.0. Pero, sobre todo, nos ayuda a tumbar algunos mitos muy extendidos, y poder afirmar que no sólo la lectura de periódicos no es nada baja, sino que, además, se hace, mayoritariamente, sobre papel. Todo esto, como también indican los datos, no quiere decir que las redes sociales y los soportes digitales no tengan importancia hoy en día, puesto que los lectores digitales aumentan año tras año, pero sí que indica que, como mínimo, el papel tiene una importancia nada despreciable.

¿Qué tipo de prensa?

Por su parte, y más allá del soporte en papel o digital, las redes sociales y los medios de comunicación alternativos (entendidos como una alternativa a los grandes medios) están creando muchos problemas al resto de empresas de la comunicación que, hasta ahora, habían mantenido el monopolio de la información. Exponer información que los medios no sacan por intereses, como, por ejemplo, la huelga de hambre de Telefónica, o hablar de temas de los cuales no se habla nunca, como por ejemplo el trabajo de la revista Cafè amb llet destapando la corrupción política en la sanidad catalana, es algo no sólo necesario, sino, además, imprescindible para mantener realmente informada la población. Pero, ¿es suficiente para construir un movimiento capaz de acabar con el capitalismo?
A diferencia de la prensa alternativa o de contra información, la prensa revolucionaria no sólo pretende informar, sino que pretende a la vez crear organización, conectar activistas y tratar de influir en las luchas. El periódico revolucionario sirve para interactuar con las personas que lo compran y organizarlas alrededor de ciertas ideas. Cuando alguien compra un periódico como este, no sólo recibe información de lo que pasa, sino que también recibe una serie de ideas de cómo hacer avanzar las luchas y cómo poder llegar a organizar la resistencia en barrios o centros de trabajo. 

 Las redes sociales, blogs o webs tienen una gran capacidad para transmitir información e ideas de forma muy rápida, a la vez que crean red. Pero, al mismo tiempo, tienen la limitación de poder intervenir in situ de forma efectiva en ciertos lugares y momentos claves que todo proceso de transformación social sin duda vivirá. La agitación en las calles y movilizaciones, contactar con la gente más dispuesta a luchar en los centros de trabajo o confrontar a los fascistas en los barrios, establecen una serie de relaciones políticas y debates sobre cómo podemos cambiar el mundo con los posibles lectores, que las redes sociales, blogs o webs no pueden, al menos actualmente, llevar a cabo.
A diferencia de otros momentos en la historia, donde la prensa revolucionaria, como el Ordine Nuovo de Antonio Gramsci, La Batalla del POUM, o el Black Panther del Partido de los Panteras Negras, tenía una fuerte influencia en los movimientos, actualmente esta prensa no es ni la más influyente ni la que tiene más circulación. A pesar de eso, esto puede cambiar en cualquier momento.
Las situaciones de gran inestabilidad política como la actual se caracterizan por grandes subidas y bajadas en la lucha. Es en estos momentos que se hace necesaria una prensa que no sólo hable de las luchas, sino que forme parte de ellas y tenga una cierta influencia en los debates, impulsando las ideas socialistas y revolucionarias. En estos momentos estar implantados en las redes sociales y tener una buena audiencia digital será fundamental, pero será igual de importante o más, tenerla también en la calle, las manifestaciones y los centros de trabajo.
No podemos saber si será suficiente tener esta prensa bien enraizada en las luchas, pero lo que es seguro es que, como se ha demostrado durante otros momentos históricos, será clave para construir un movimiento capaz de ser una amenaza real al sistema.

Manel Ros

A la salida del pozo

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Un documental sobre la minería del carbón [18:38 min.]

¿Por qué se cierran las minas en Asturias y León mientas se importa carbón colombiano? ¿Por qué no se aplican mejoras técnicas que disminuyan el CO2 que se emite a la atmósfera? ¿Se investiga suficiente en energías renovables? ¿Existe una posible salida para la defensa de los puestos de trabajo en las minas? Una pequeña aportación al debate... y un homenaje a la lucha de los mineros.

Arrabal amargo

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Argentina es políticamente de apariencia nacional-populista, económicamente liberal y culturalmente progresista. Se trata de un Estado burgués subsidiario y concesionista del capital.
1. El movimiento del capital se expresa como concentración privada del excedente socialmente producido, las desigualdades, las relaciones de poder en todo el orden sistémico, y el malvivir de las clases subalternas. La destrucción de fuerzas productivas -es decir, la sobrecapacidad productiva que no se realiza por fines gananciales y, a la vez, para provocar el exterminio, subordinación o subsunción de aquel capital incompetente- impide, porque está en su condición, que el capitalismo planetario termine con el hambre, los horrores y guerras sociales en sus diversos formatos, y la alienación. Pero sienta las bases objetivas para una nueva civilización de humanidad de iguales libremente asociados en la cual no exista el trabajo asalariado.
2. El movimiento del capital y su triunfo histórico -por tanto, finito- multiplica sus crisis de manera ampliada y para reproducirse en su estadio crepuscular está obligado a elaborar más o menos planificadamente estrategias de acumulación radicalizadas (de la raíz del liberalismo) ante el agotamiento e insuficiencias de sus formas tradicionales para mantener la tasa de ganancia convenida por la minoría dominante. De este modo, genera sus propios límites y contiene dinámicamente las condiciones para su superación necesaria.
3. La actual fase se caracteriza por el predominio del momento del capital financiero y especulativo como control de mandos de los demás momentos del capital; la acumulación originaria, no ya como un episodio diacrónico del capitalismo, sino como propiedad de su dinámica general a través del despojo sin vallas y la conversión en mercancía de la totalidad ecosistémica; y la súper explotación del trabajo asalariado mediante la tercerización, la aniquilación de las leyes laborales, la liquidación de las relaciones contractuales devenidas tanto de viejas conquistas del trabajo, como de políticas contenciosos socialmente, etc.
4. La división internacional del trabajo sitúa a Latinoamérica como territorio dependiente de los Estados corporativos centrales, y de Estados Unidos, en particular. Por medio de la demanda china se ha provocado un boom de los precios de los commodities y un reimpulso del primario extractivismo. Ello causa contingentemente la sensación ideológica entre ciertos sectores, de que el expansionismo chino es 'mejor' e incluso una 'alternativa' al imperialismo norteamericano. China, en tanto no sólo compra materias primas y exporta mercancías baratas y de calidad, sino que su propia emergencia es resultado de la expoliación de su pueblo y la subsecuente intensificación de la lucha de clases en su interior. Asimismo, compra deuda e instala bancos y financieras en Latinoamérica mientras sufre una eventual burbuja inmobiliaria. China no es un fenómeno que renueva al capitalismo. Ingresa inmediatamente a su movimiento en el momento y lugar en el que se encuentra. Tal cual, América, con la espada y la cruz, fue incorporada desde la conquista española a la fase más avanzada de mercantilización y desposesión que demandaba el capitalismo en ciernes.
5. Mientras, en el Continente de Bolívar y Martí, la producción industrial consolida su atraso e incapacidad de abastecer soberanamente sus propios mercados internos, y menos puede competir en el mercado mundial, salvo anécdotas inestables y acotadas, sentadas sobre la explotación humana más salvaje. De hecho, su fuerza laboral mayoritaria se desempeña en el sector servicios y en la micro, pequeña y mediana empresa donde escasean los créditos, las leyes laborales y que permanecen supeditadas a los intereses e imposiciones de las megacorporaciones. En el campo la situación es aún más cruda, no existen reformas agrarias consistentes (donde las hubo), el campesinado está sujeto a la industria del extractivismo y hace tiempo que su condición es de trabajador asalariado agrario: el peor rentado, en vías de extinción y arrojado a las ciudades para engordar la miseria y desnutrir el precio del salario en la urbe. Las únicas manifestaciones de resistencia no capitalistas, con un costo social, cultural y político difícil de describir, están en los pueblos y comunidades indígenas, castigadas por la nueva ola de usurpación territorial y condenadas a economías de sobrevivencia, a la represión y el exterminio.
6. En términos gruesos, políticamente Latinoamérica está dividida en dos grandes bloques: el de países como Venezuela (más clara y ofensivamente), Ecuador y Bolivia que mediante nacionalizaciones significativas, economías mixtas y una incuestionable redistribución del excedente, constituyen sociedades menos desiguales y ricas en procesos político-populares incluso independientes de los propios gobiernos progresivos, o con su bendición, o a pesar de sus intentos de control por arriba. Lo cierto es que estos gobiernos pro-populares, fruto de grandes luchas sociales concretas y el descrédito del sistema de partidos políticos tradicionales, han liberado fuerzas sociales y potenciado organización popular. Por otro lado, se encuentra el bloque de países que nítidamente, es pura extensión de los intereses del imperialismo norteamericano y su programa ultraliberal para naciones capataces. Allí están México, Panamá, Colombia, Chile, Perú y se candidatea sin temblores Uruguay.
7. Argentina es un dechado de contradicciones. Políticamente de apariencia nacional-populista, económicamente liberal y culturalmente progresista e inofensiva. Vive del agroextractivismo y particularmente de la soja mientras sostiene a duras penas remanentes de la industria alimenticia, textil y otras aún menores. Su fuerza de trabajo se desempeña en zonas de servicios y pymes en un 70 %, y más de la mitad de ella labora sin contratos de ningún tipo, por tanto la previsión y obras sociales les están prohibidas. Se trata de un Estado burgués subsidiario y concesionista del capital (término para edulcorar las privatizaciones) con el compromiso con las corporaciones de servicios básicos de rebajas tarifarias cada vez menos extendidas entre la población.
Decrece económicamente con una inflación estructural que destruye salario y empleo. Instaura cargas impositivas a los trabajadores medios como si el salario fuera ganancia y arrebata derechos laborales (ART). No cobra impuestos a la renta financiera y alienta la megaminería con importantes resistencias de la población afectada, en tanto las inversiones transnacionales se comportan como capitales golondrina y cierta cautela debido a la calificación de país relativamente riesgoso frente al pago de sus compromisos, la inflación y el cambio de las 'reglas del juego' según los vientos. Independientemente de que el Banco Mundial aprueba la gestión del kirchnerismo y comprende para su tranquilidad que algunas políticas proteccionistas sólo persiguen la recaudación de dólares para cancelación de deuda externa, 'fondos buitres' y hacer y ser caja y aval para el capital cuando lo precise. Por lo demás, su deuda pública se torna interna, tomada del ahorro previsional de los trabajadores y mediante la emisión con críptico respaldo del Banco Central.
Un país cuyo gobierno se caracteriza por sus vacilaciones, golpes mediáticos, improvisación, agotamiento y descomposición. Legal y formalmente cuenta con más libertades y derechos civiles que Chile, por ejemplo, pero también rankea en las cifras de violencia de género y femicidios, narcotráfico y red de trata.
Los medios de comunicación -tanto los estatales en manos del gobierno de turno, como los privados en poder de concentrados grupos económicos-, la justicia, la burocracia sindical, los líderes de opinión y políticos tradicionales, la alta jerarquía de las iglesias, la industria de la entretención, entre otras, funcionan como un complejo de alienación social que colabora eficientemente en la construcción de un sentido común patriarcal, racista, corporativista, especulativo y egoísta, y alimenta los mitos de una 'fuerte clase media', la movilidad social, el europeísmo. En la realidad, la pobreza en Buenos Aires y en las provincias llega al menos, al 50 %; los niveles de deserción escolar y universitaria alcanzan las mismas cifras que la pobreza; y las últimas y masivas oleadas migrantes provienen de países fronterizos. Comunidades indígenas en lucha, como los qom, son avasalladas y sus miembros asesinados por el sicariato rentado o la policía.
Sin desmedro de lo anterior, la actividad cultural independiente y profesional ligada a la producción teatral, cinematográfica y después literaria, como la existencia de polos de investigación científica y vinculados a las Ciencias Sociales, se mantienen con rigurosidad, enorme sacrificio y vocación. Así también se aprecia el brote y organización de un buen número de radioemisoras comunitarias, y la ocupación de empresas y fábricas de talla mediana que operan como cooperativas de trabajadores producto de la crisis de 2001. Sin contar con medios para evaluar su funcionamiento, su sola existencia prueba en los hechos que los asalariados pueden autogestionar su trabajo con criterios solidarios, sin más patrón que estar plenamente insertos en las relaciones sociales capitalistas. No podría ser de otro modo. Lo importante es que hace añicos con su ejemplo la naturalizada idea de que los trabajadores son incapaces de conducir y administrar democráticamente el excedente de su labor.
Pese a que resulta evidente una crisis de representatividad del sistema de partidos políticos y de la propia democracia representativa, la caída de la adhesión a la administración del Estado nacional, y la ausencia de consultas populares o plebiscitos respecto de ámbitos relevantes, todavía no se advierte la sólida constitución de una alternativa política, al menos antiimperialista y con un proyecto sustentado por fuerzas sociales suficientes. Tampoco se observa una eventual alternancia desde los descalcificados bloques y partidos sistémicos opositores. Es decir, si las cosas comienzan a moverse de manera ascendente desde el mundo ancho de la demanda social, es posible el advenimiento de una crisis institucional sin cabecera.
En Argentina las luchas sociales son pan de cada día, pero carecen de unidad política por razones vinculadas a la sobreideologización, el sectarismo, la desconfianza, el economicismo cortoplacista acompañado de una retórica revolucionarista; la disputa estéril de 'quién dirige' y la falta de renovación generacional y política de sus direcciones, tanto sociales como partidarias. De hecho, suele confundirse la unidad del pueblo y los trabajadores con la sola unidad de la izquierda. Como si Marx hubiera escrito 'Izquierdistas del mundo, uníos', en vez de 'Trabajadores del mundo, uníos'. Al respecto, el peligro consiste en que en el marco de una agudización del empeoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías y un período nuevo y abierto de lucha de clases, las izquierdas no vean o no coticen el protagonismo de los sujetos sociales emergentes distintos (que no sustitutos) al del obrero industrial -que representa una minoría en caída vertical y cuyo tonelaje objetivo es absolutamente insuficiente cualitativa y cuantitativamente para cambiar la vida- y entonces, una oportunidad no logre cuajar en una conducción revolucionaria amplia y unitaria, según la realidad de la segunda década del siglo XXI, y no del industrialismo del siglo XIX y parte del XX en los países centrales de Europa. Esto es, las agrupaciones con convicción de poder y transformación radical aún no cuentan con un proyecto convenido desde el movimiento real que enfrenta al capital en su actual fase crepuscular y de acuerdo a las particularidades del país. La mayoría continúa haciendo 'presentismo' y testimoniando las injusticias sobre programas, propaganda, formas organizativas y categorías de análisis provenientes del capitalismo en su hora más pujante, muy lejos en el tiempo y en el espacio de América Latina y Argentina actuales.
La combinación de colaborar con la formación de fuerzas sociales estratégicas por abajo y aprovechar los intersticios de la legalidad burguesa, en ese orden, es una fórmula impuesta por las propias relaciones de fuerzas en Argentina. Si no hay empate, hay audacia, construcción a largo plazo, inteligencia y resistencia.
La política, al decir del líder chileno del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Miguel Enríquez, caído en combate en 1974, continúa siendo el arte de acumular fuerzas.

Andrés Figueroa Cornejo

Introducción al "Manifiesto Comunista" de Marx y Engels

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En conmemoración de la muerte del renombrado erudito e historiador marxista Eric Hobsbawm, Verso presenta su introducción a la edición más reciente de El manifiesto comunista de Marx y Engels, para deleite de todos. (Matthew Cole).

I

En la primavera de 1847 Karl Marx y Frederick Engels acordaron afiliarse a la llamada Liga de los Justos (Bund der Gerechten), una rama de la anterior Liga de los Proscritos (Bund der Geächteten), sociedad secreta revolucionaria creada en París en la década de 1830 bajo la influencia de la Revolución Francesa por artesanos alemanes, la mayoría sastres y carpinteros, y todavía compuesta principalmente por estos artesanos expatriados radicales. La Liga, convencida de su “comunismo crítico”, se ofreció a publicar un manifiesto redactado por Marx y Engels como su documento político y también a modernizar su organización siguiendo sus líneas. Y efectivamente se reorganizó en el verano de 1847, cambiando su antiguo nombre por el de Liga de los Comunistas (Bund der Kommunisten) comprometida con el propósito de “derrocar a la burguesía, instaurar el dominio del proletariado, acabar con la vieja sociedad basada en las contradicciones de clase (Klassengegensätzen) y establecer una nueva sociedad sin clases ni propiedad privada”. Un segundo congreso de la Liga celebrado también en Londres en los meses de noviembre y diciembre de 1847 aceptó formalmente los objetivos y nuevos estatutos e invitó a Marx y a Engels a redactar el nuevo Manifiesto exponiendo los objetivos y políticas de la Liga.
Aunque tanto Marx como Engels prepararon borradores y el documento representa claramente los puntos de vista de ambos, el texto final fue escrito casi con toda certeza por Marx, tras una reprimenda a éste por parte del Ejecutivo, puesto que a Marx, tanto entonces como después, le resultaba difícil terminar sus textos sin el apremio de una fecha límite. La ausencia virtual de borradores anteriores sugiere que lo escribió a toda prisa (i). El documento resultante, de veintitrés páginas, titulado Manifiesto del Partido Comunista (conocido desde 1872 como El Manifiesto Comunista), se publicó en febrero de 1848 tras imprimirlo en las oficinas de la Asociación Educativa de los Trabajadores, más conocida como la Communistischer Arbeiterbildungsverein, que sobrevivió hasta 1914 en el 46 de Liverpool Street de Londres.
Este pequeño panfleto es el texto político más influyente desde la Declaración de los derechos humanos y ciudadanos de la Revolución Francesa. Por suerte estaba ya en la calle antes de que estallaran las revoluciones de 1848, que desde París se propagaron como un incendio forestal por todo el continente europeo. Aunque su horizonte era firmemente internacionalista -la primera edición anunciaba de forma optimista pero errónea la publicación inminente en inglés, francés, italiano, flamenco y danés- su impacto inicial fue exclusivamente en alemán. A pesar de que la Liga Comunista era pequeña, desempeñó un papel significativo en la revolución alemana, al menos mediante el periódico Neue Rheinische Zeitung [La Nueva Gaceta Renana] (1848-49), que editaba Karl Marx. La primera edición del Manifiesto se imprimió tres veces en unos meses, por capítulos, en la Deutsche Londoner Zeitung, corregida y maquetada de nuevo en 30 páginas en abril o mayo de 1848, pero desapareció de la circulación con el fracaso de las revoluciones de 1848. Cuando Marx se estableció en Inglaterra en 1849 para comenzar su exilio de por vida, los ejemplares que quedaban del Manifiesto eran tan escasos que pensó que valía la pena reimprimir la Sección III (Socialistische und kommunistische Literatur) en el último número de su revista de Londres , Neue Rheinische Zeitung, politisch-ökonomische Revue [La nueva gaceta renana, revista político económica] (noviembre de 1850), poco leída.
Nadie podía predecir un futuro tan extraordinario del Manifiesto en las décadas de 1850 y 1860. Un impresor alemán emigrado imprimió privadamente una nueva edición en Londres, probablemente en 1864, y otra pequeña edición en Berlín en 1866, la primera publicada en Alemania. Entre 1848 y 1868 parece que no hubo traducciones, excepto una versión en sueco, publicada probablemente a finales de 1848, y otra en inglés en 1850, significativas en la historia bibliográfica del Manifiesto sólo porque la traductora parece haber consultado a Marx o seguramente a Engels puesto que ella vivía en Lancashire. Ambas versiones desaparecieron sin dejar rastro. A mediados de la década de 1860 no quedaba prácticamente nada impreso de lo que había escrito Marx.
El protagonismo de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores (la denominada “Primera Internacional”, 1864-1872) y la aparición en Alemania de dos partidos importantes de la clase obrera, ambos fundados por antiguos miembros de la Liga Comunista que lo tenían en gran estima, llevó a un resurgimiento del interés por el Manifiesto, al igual que por otros escritos suyos, en especial el de su lúcida defensa de la Comuna de París de 1871 (conocido como La guerra civil de Francia) que le proporcionó una considerable notoriedad en la prensa como líder peligroso de la subversión internacional, temido por los gobiernos. Y en particular el juicio por traición a los líderes de la Socialdemocracia alemana Wilhelm Liebknecht, August Bebel y Adolf Hepner en marzo de 1872 le proporcionó una publicidad inesperada. La acusación leyó el texto del Manifiesto, lo que proporcionó a los socialdemócratas su primera oportunidad de publicarlo legalmente en una larga tirada como documento perteneciente al procedimiento judicial. Como parecía lógico que un documento escrito antes de la revolución de 1848 necesitara algunas correcciones y comentarios explicativos, Marx y Engels escribieron el primero de los prefacios de todos los que desde entonces han acompañado a las nuevas ediciones del Manifiesto (ii). Por motivos legales el prefacio no se pudo distribuir legalmente en su momento, pero la edición de 1872 (basada en la de 1866), se convirtió en la base de todas las ediciones posteriores. Mientras tanto, entre 1871 y 1873, aparecieron al menos nueve ediciones del Manifiesto en seis lenguas.
Durante los cuarenta años siguientes el Manifiesto conquistó el mundo, empujado por el surgimiento de los nuevos partidos laboristas (socialistas), en los que la influencia marxista creció rápidamente en la década de 1880. Ninguno de estos eligió la denominación de Partido Comunista hasta que los bolcheviques rusos volvieron a la denominación original después del triunfo de la Revolución de Octubre, pero el título de Manifiesto del Partido Comunista permaneció inalterado. Incluso antes de la Revolución Rusa de 1917 ya se habían imprimido varios centenares de ediciones en unos treinta idiomas, incluidas tres ediciones en japonés y una en chino. Sin embargo la zona en la que tuvo más influencia fue el cinturón central de Europa que va desde Francia en el oeste hasta Rusia en el este. No sorprende que el mayor número de ediciones se realizara en ruso (70) más otras 35 en las lenguas del imperio zarista: 11 en polaco, 7 en yidis, 6 en finlandés, 5 en ucraniano, 4 en georgiano y 2 en armenio. Hubo 55 ediciones en alemán y para el imperio de los Habsburgo, 9 en húngaro, 8 en checo y solo 3 en croata, una en eslovaco, otra en esloveno y 34 en inglés, lo que incluye los EE.UU., (donde la primera traducción apareció en 1871), 26 en francés y 11 en italiano, la primera en 1889 (iii). El impacto en el suroeste europeo fue limitado: 6 ediciones en español (incluida América Latina) y una en portugués. También fue bajo el impacto en el sureste de Europa, 7 ediciones en búlgaro, 4 en serbio, 4 en rumano y una sola edición en ladino, presumiblemente editada en Salónica. El norte de Europa estuvo moderadamente bien representado con 6 ediciones en danés, 5 en sueco y 2 en noruego (iv).
Esta desigual distribución geográfica no solo reflejaba el desarrollo desigual del movimiento socialista y de la propia influencia de Marx, tan distinta de otras ideologías revolucionarias como el anarquismo. Debe recordarnos también que no existía una estrecha correlación entre el tamaño y la fuerza de los partidos socialdemócratas y laboristas en cuanto a la difusión del Manifiesto. Así, hasta 1905 el Partido Socialdemócrata Alemán, con cientos de miles de afiliados y millones de votantes, imprimió las nuevas ediciones del Manifiesto en tiradas menores de 2.000 o 3.000 copias. Del programa de Erfurt del partido de 1891 se tiraron 120.000 ejemplares mientras que, al parecer, no se imprimieron más de 16.000 copias del Manifiesto en los 11 años comprendidos entre 1895 y 1905, cuando en este último año la circulación de su revista teórica Die Neue Zeit era de 6.400 ejemplares (v). No se esperaba del afiliado medio de un partido marxista socialdemócrata de masas que aprobase exámenes de teoría. Al contrario, las 70 ediciones de la Rusia prerrevolucionaria se correspondían con una combinación de organizaciones, ilegalizadas la mayor parte del tiempo, cuyo número total de miembros no pasaría de unos pocos miles. Asimismo las 34 ediciones en inglés fueron publicadas por y para las sectas marxistas dispersas por el mundo anglosajón que operaban en el ala izquierda de los partidos laboristas y socialistas de entonces. Éste era el entorno “en el que la claridad de un camarada se medía invariablemente por las señales en su Manifiesto” (vi). En otras palabras, los lectores del Manifiesto, aunque formaban parte de los nuevos partidos y movimientos laboristas socialistas, casi con toda seguridad no eran una muestra representativa de su afiliación. Eran hombres y mujeres con un interés especial en la teoría que subyace en estos movimientos. Y seguramente esto es verdad todavía.
Esta situación cambió después de la Revolución de Octubre, por lo menos en los partidos comunistas. A diferencia de los partidos de masas de la Segunda Internacional (1889-1914), los de la Tercera Internacional (1919-43) esperaban que todos sus miembros comprendieran la teoría marxista o al menos mostraran algún conocimiento de la misma. Desapareció la dicotomía entre los líderes políticos de hecho, desinteresados en la escritura de libros, y los ‘teóricos’ como Karl Kautsky, conocido y respetado como tal, pero no como político práctico en la toma de decisiones. Siguiendo a Lenin, ahora se suponía que todos los líderes debían ser teóricos importantes puesto que todas las decisiones políticas estaban justificadas con base en el análisis marxista, o más probablemente en la autoridad textual de ‘los clásicos’: Marx, Engels, Lenin y a su debido tiempo, Stalin. La publicación y distribución a nivel popular de los textos de Marx y Engels se convirtió en una cuestión más importante para el movimiento de lo que había sido en los tiempos de la Segunda Internacional. Se publicaban desde series con los textos más cortos, probablemente siguiendo el ejemplo de la editorial alemana Elementarbücher des Kommunismus durante la República de Weimar, hasta compendios adecuadamente seleccionados de lecturas tales como la inestimable Selección de correspondencia de Marx y Engels, primero en dos volúmenes y después en tres, o las Obras Reunidas de Marx y Engels en dos o en tres volúmenes, así como la preparación de las Obras Completas (Gesamtausgabe), todo respaldado por los recursos ilimitados a estos efectos del Partido Comunista de la Unión Soviética y muchas veces imprimidas en la Unión Soviética en una gran variedad de lenguas extranjeras.
El Manifiesto Comunista se benefició de esta nueva situación de tres maneras. Su circulación sin duda aumentó. La edición barata publicada en 1932 por las editoriales oficiales de los partidos comunistas estadounidense y británico “de cientos de miles” de copias se ha descrito como “probablemente la mayor edición masiva jamás impresa en inglés” (vii). El título del Manifiesto ya no era una supervivencia histórica, sino que se vinculaba directamente con la política de la época. Desde el momento en que un Estado principal afirmó representar la ideología marxista, la posición del Manifiesto como texto de ciencia política quedó reforzada y consecuentemente entró en los programas educativos de las universidades, destinada a expandirse rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el marxismo de los lectores intelectuales iba a encontrarse con su público más entusiasta en las décadas de los 60 y 70.
La URSS emergió de la Segunda Guerra Mundial como una de las dos superpotencias, encabezando una vasta región de Estados comunistas y de Estados satélite. Los partidos comunistas occidentales, con la notable excepción del partido comunista alemán, emergieron más fuertes de lo que fueron nunca, ni parecía probable que lo fueran a ser. Aunque había empezado la Guerra Fría, en el año de su centenario el Manifiesto lo publicaban no solamente los editores comunistas o marxistas, sino también editoriales no políticas en grandes ediciones con introducciones de académicos eminentes. En otras palabras, ya no era solo un documento marxista clásico, sino que se había convertido en un clásico político y punto.
Sigue siendo un clásico incluso después del final del comunismo soviético y del declive de los partidos y movimientos marxistas en muchas partes del mundo. En los Estados sin censura, se puede encontrar en librerías o bibliotecas. El propósito de una nueva edición no es por tanto poner el texto de esta asombrosa obra maestra al alcance de todo el mundo y menos aún revisitar un siglo de debates doctrinales acerca de la interpretación “correcta” de este documento fundamental del marxismo. Se trata de recordarnos de que el Manifiesto aún tiene mucho que decir al mundo en las primeras décadas del siglo XXI.

II

¿Qué tiene que decir? Se trata, por supuesto, de un documento escrito para un determinado momento histórico. Parte del mismo quedó obsoleto casi de inmediato, como por ejemplo las tácticas recomendadas a los comunistas en Alemania, que no se aplicaron durante la revolución de 1848 y sus secuelas. Otra parte del mismo se fue quedando obsoleta a medida que transcurrían los años que separaban a los lectores de la fecha en que se escribió. Hacía mucho tiempo que Guizot y Metternich ya no lideraban gobiernos para ser personajes de los libros de historia y el zar ya no existe (aunque el Papa sí). En cuanto a la discusión sobre la “literatura socialista y comunista”, los propios Marx y Engels reconocieron en 1872 que ya entonces estaba desfasada.
Y lo que es más importante: con el paso del tiempo, el lenguaje del Manifiesto ya no era el de sus lectores. Por ejemplo, se ha comentado ampliamente la frase que decía que el avance de la sociedad burguesa había rescatado “a una parte considerable de la población de la idiotez de la vida rural”. Pero mientras no hay duda de que Marx en ese momento compartía el desprecio e ignorancia habituales del habitante de la ciudad hacia el entorno campesino, la frase alemana actual y analíticamente más interesante de dem Idiotismus des Landlebens entrissen no se refiere a la “estupidez”, sino al “horizonte estrecho” o “al aislamiento del conjunto de la sociedad” en que vivía la gente del campo. Hacía eco del significado original del término griego idiotes, de donde se derivan los significados actuales de “idiota” o “idiotez”: “una persona preocupada solo de sus asuntos privados y no de los de una comunidad más amplia”. Desde 1840 y en los movimientos cuyos miembros, al contrario que Marx, no habían recibido una educación clásica, el sentido original se desvaneció y se malinterpretó.
Esto resulta aún más evidente en el vocabulario político del Manifiesto. Los términos como Stand (Estado), Demokratie (democracia) o “nación/nacional”, o bien tienen poca aplicación a las políticas de finales del siglo XX o han dejado de tener el significado que tenían en el discurso político o filosófico de la década de 1840. Por poner un ejemplo obvio: el “Partido Comunista”, de cual nuestro texto afirmó ser el Manifiesto, no tuvo nada que ver con los partidos de la política democrática moderna, ni con los “partidos de vanguardia” del comunismo leninista, sin mencionar los partidos estatales de tipo soviético o chino. Ninguno de estos partidos existía en aquel momento. La palabra “partido” todavía significaba esencialmente una tendencia o corriente de opinión o táctica, aunque Marx y Engels reconocían que en cuanto esto se materializaba en los movimientos de clase, se desarrollaba algún tipo de organización (diese Organisation der Proletarier zur Klasse, und damit zur politischen Partei). De ahí la distinción en la sección IV entre “los partidos de clase obrera existentes… los cartistas en Inglaterra, los reformistas agrarios en Estados Unidos” y otros, no constituidos todavía (viii). Como deja claro el texto, en esta etapa el partido comunista de Marx y Engels no constituía una organización ni intentaba serlo, y menos pretendía ser una organización con un programa específico distinto al de las demás organizaciones (ix). Por cierto, no se menciona en el Manifiesto el sujeto real en cuyo nombre se escribió, la Liga de los Comunistas.
Por otra parte, queda claro que el Manifiesto no solo se escribió en y para una situación histórica determinada, sino que también representaba una fase relativamente inmadura del desarrollo del pensamiento marxista. Y esto se hace más evidente en los aspectos económicos. Aunque Marx había empezado en serio a estudiar la economía política en 1843, no se propuso desarrollar el análisis económico expuesto en El Capital hasta que llegó exiliado a Inglaterra después de la Revolución de 1848 y tuvo acceso a los tesoros de la biblioteca del Museo Británico en el verano de 1850. De ahí que la distinción entre la venta de su mano de obra al capitalista por parte del obrero y la venta de su fuerza de trabajo que resulta esencial para la teoría marxiana de la plusvalía y la explotación no se había hecho en el Manifiesto. Tampoco opinaba el Marx maduro que el precio de la mercancía “trabajo” era su coste de producción; es decir, el coste del mínimo fisiológico de mantener con vida al trabajador. En resumen, Marx escribió el Manifiesto menos como economista marxiano que como comunista ricardiano.
Y sin embargo, a pesar de que Marx y Engels recordaban a los lectores que el Manifiesto era un documento histórico desfasado en muchos aspectos, promovieron y ayudaron la publicación del texto de 1848 con modificaciones y aclaraciones relativamente menores (x). Reconocieron que seguía siendo una importante exposición del análisis que distinguía su comunismo de todos los demás proyectos existentes para la creación de una sociedad mejor. En esencia este análisis era histórico. Su núcleo era la demostración del desarrollo histórico de las sociedades y específicamente de la sociedad burguesa, que reemplazó a sus predecesoras, revolucionó el mundo y a su vez creaba necesariamente las condiciones para su reemplazo inevitable. Al contrario que la economía marxiana, “la concepción materialista de la Historia” que subyace en este análisis había encontrado ya su formulación madura a mediados de la década de 1840, y había permanecido prácticamente sin cambios en los años posteriores (xi). En este aspecto el Manifiesto era ya un documento definitorio del marxismo. Encarnaba una visión histórica, aunque su esquema general requería un análisis más detallado.

III

¿Qué impresión causará el Manifiesto al lector que accede hoy al mismo por primera vez? El nuevo lector no puede dejar de ser arrastrado por la convicción apasionada, la brevedad concentrada, la fuerza intelectual y estilística de este asombroso panfleto. Está escrito como en un único estallido creativo, con frases lapidarias que se transforman de forma casi natural en aforismos memorables que se conocen mucho más allá del mundo del debate político: desde la apertura “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, hasta el final “Los proletarios no tienen nada que perder más que las cadenas. Tienen un mundo que ganar” (xii). Igualmente fuera de lo común en la escritura alemana del siglo XIX son los párrafos cortos, apodícticos, generalmente de una a cinco líneas. Solo en cinco casos, entre más de doscientos, hay quince líneas o más. Sea lo que sea, El Manifiesto Comunista como retórica política tiene una fuerza casi bíblica. En resumen, es imposible negar su irresistible poder literario (xiii).
No obstante, lo que indudablemente impactará al lector contemporáneo del Manifiesto es el diagnóstico notable del carácter revolucionario y el impacto de la “sociedad burguesa”. No se trata simplemente de que Marx reconociera y proclamara los extraordinarios logros y el dinamismo de una sociedad que detestaba, para sorpresa de más de un defensor posterior del capitalismo ante la amenaza roja. De lo que se trata es que el mundo transformado por el capitalismo que describió en 1848, en pasajes de elocuencia oscura y lacónica, se reconoce en el mundo en que vivimos hoy, 150 años después. Curiosamente, el optimismo poco realista de dos revolucionarios de veintiocho y treinta años ha demostrado ser la fuerza más perdurable del Manifiesto. Porque aunque el “fantasma del comunismo” obsesionó realmente a los políticos y aunque Europa atravesaba un periodo de crisis económica y social y estaba al borde de la mayor revolución a escala continental de su historia, estaba claro que no se daban los fundamentos necesarios que respaldaran la convicción del Manifiesto de que se aproximaba el momento de derrocar el capitalismo (la revolución burguesa en Alemania iba a ser el preludio de la revolución proletaria que le sucedería). Al contrario. Como sabemos ahora, el capitalismo se disponía a comenzar su primer periodo de avance global triunfal.
Dos cosas contribuyeron a la fuerza del Manifiesto. La primera es su visión, incluso en el mismo comienzo de la marcha triunfal del capitalismo, de que este modo de producción no era permanente, estable, “el fin de la historia”, sino una fase temporal de la historia de la humanidad, destinada como sus predecesoras a ser sustituida por otro tipo de sociedad (a no ser –y esta frase del Manifiesto no se ha estudiado con suficiente atención– que se derrumbara “sobre la ruina común de las clases contendientes”). La segunda es su reconocimiento de las necesarias tendencias históricas a largo plazo del desarrollo capitalista. El potencial revolucionario de la economía capitalista era ya evidente. Marx y Engels no pretendieron ser los únicos que lo reconocieran. Desde la Revolución Francesa algunas de las tendencias que observaron se imponían claramente. Por ejemplo el declive de las “provincias independientes o débilmente asociadas, con intereses, leyes, gobernantes y sistemas fiscales separados”, ante los estados-nación “con un gobierno, un código de derecho, un interés nacional de clase, una frontera y un arancel aduanero. Sin embargo, al final de la década de 1840, lo que había conseguido la “burguesía” era mucho más modesto que los milagros que se le atribuían en El Manifiesto. Después de todo, en 1850 el mundo no producía más de 71.000 toneladas de acero (casi el 70% en Inglaterra) y se habían construido menos de 24.000 millas de ferrocarriles (dos tercios en Inglaterra y EE.UU.) Los historiadores no han tenido dificultad en demostrar que incluso en Inglaterra la Revolución Industrial (un término utilizado específicamente por Engels a partir de 1844) (xiv) apenas había creado un país industrial, ni siquiera en su mayor parte urbano antes de 1850. Marx y Engels no describieron el mundo ya transformado por el capitalismo en 1848; pronosticaron que el destino lógico del mundo sería que el capitalismo lo transformara.
Ahora, en el tercer milenio del calendario occidental, vivimos en un mundo en el que esta transformación ha producido. En cierto sentido prácticamente podemos ver la fuerza de las predicciones del Manifiesto incluso más claramente que las generaciones que vivieron entre el momento de su publicación y el actual. Porque hasta la revolución en el transporte y las comunicaciones posterior a la Segunda Guerra Mundial había limitaciones a la globalización de la producción, “al carácter cosmopolita de la producción y el consumo en todos los países”. Hasta la década de 1970 la industrialización permaneció abrumadoramente confinada en sus regiones de origen. Algunas escuelas marxistas podrían incluso argumentar que el capitalismo, al menos en su forma imperialista, lejos de “obligar a todas las naciones a adoptar el modo de producción burgués, so pena de extinción” perpetraba o incluso creaba, por su naturaleza, el “subdesarrollo” en el llamado Tercer Mundo. Mientras un tercio del género humano vivía en sistemas económicos del modelo del comunismo soviético, parecía que el capitalismo nunca triunfaría en su empeño de obligar a todas las naciones a “convertirse en burguesas”. No “crearía un mundo a su imagen”. Otra vez, antes de la década de 1960 la predicción del Manifiesto de que el capitalismo conllevaba la destrucción de la familia aparentemente no se había producido, ni siquiera en los países occidentales avanzados donde hoy alrededor de la mitad de las personas nacen o crecen con madres solteras y la mitad de los hogares de las grandes ciudades está formada por una sola persona.
En resumen, lo que en 1848 le podría haber parecido a un lector no comprometido retórica revolucionaria -o en el mejor de los casos una predicción plausible– se puede leer actualmente como una caracterización concisa del capitalismo a finales del siglo XX. ¿De qué otro documento de 1840 podría decirse lo mismo?

IV

Sin embargo, si al final del milenio nos sorprende la visión aguda del Manifiesto sobre el futuro entonces remoto de un capitalismo masivamente globalizado, el fallo de otra de sus predicciones resulta igual de sorprendente. Ahora resulta evidente que la burguesía no ha producido “por encima de todo… sus propios sepultureros” dentro del proletariado. “La caída de la burguesía y la victoria del proletariado” tampoco han resultado “igualmente inevitables”. El contraste entre las dos mitades del análisis del Manifiesto en la sección “Burgueses y Proletarios” exige una explicación más amplia transcurridos 150 años de lo que era necesario en su centenario.
El problema no reside en la visión de Marx y Engels de un capitalismo que necesariamente transformó a la mayoría de la gente que se ganaba la vida en este sistema económico en hombres y mujeres que para su propio sustento necesitaban ofrecer su mano de obra por jornales o salarios. Indudablemente lo ha hecho, aunque actualmente los ingresos de algunas personas teóricamente empleadas a cambio de un salario, como los directivos de empresa, difícilmente pueden considerarse proletarios. Tampoco mentían al creer que la mayoría de esa población trabajadora sería esencialmente fuerza de trabajo industrial. Aunque Gran Bretaña fue excepcional siendo un país en que los trabajadores manuales asalariados constituyeron la mayoría absoluta de la población, el desarrollo de la producción industrial requirió la entrada masiva de trabajadores manuales durante más de un siglo después del Manifiesto. Incuestionablemente éste ya no es el caso de la producción moderna de alta tecnología intensiva en capital, una evolución que no tuvo en cuenta el Manifiesto, aunque en sus estudios económicos más desarrollados el propio Marx imaginó el posible desarrollo de una economía con menos necesidad de mano de obra, al menos en una época post-capitalista (xv). Incluso en las viejas economías industriales del capitalismo, el porcentaje de personas empleadas en la industria manufacturera permaneció estable hasta la década de 1970, excepto en EE. UU., donde el declive se produjo algo antes. En realidad, con muy pocas excepciones –como las de Gran Bretaña, Bélgica y EE.UU.– en 1970 los trabajadores industriales constituyeron probablemente una proporción mayor de la población total ocupada del mundo industrializado y en vías de industrialización que se haya dado nunca antes.
En cualquier caso, el derrocamiento del capitalismo previsto por el Manifiesto no se basaba en la transformación previa de la “mayoría” de la población en proletaria, sino en la suposición de que la situación del proletariado en la economía capitalista era tal que una vez organizado en un movimiento de clase necesariamente político, podría tomar la iniciativa, agrupar en torno a él el descontento de otras clases y así conquistar el poder político como “el movimiento independiente de la inmensa mayoría en el interés de la inmensa mayoría”. Así, el proletariado “se sublevaría para ser la clase dirigente de la nación… [y] constituirse en la nación” (xvi).
Como no se ha derrocado el capitalismo, tendemos a descartar esta predicción. No obstante, y aunque parecía absolutamente improbable en 1848, el levantamiento de movimientos organizados con base en la conciencia de la clase obrera estaba llamado a cambiar la política de la mayoría de los países capitalistas de Europa, lo que existía raramente fuera de Gran Bretaña. Partidos laboristas y socialistas emergieron en la mayor parte del mundo “desarrollado” en 1880, convirtiéndose en partidos de masas en Estados con la franquicia democrática que tanto habían ayudado a establecer. Durante y después de la Primera Guerra Mundial otra rama de los “partidos proletarios” siguió la senda revolucionara de los bolcheviques, otra rama se convirtió en los pilares que sustentaron el capitalismo democratizado. La rama bolchevique apenas tiene ya importancia en Europa occidental o se ha asimilado a la socialdemocracia. La socialdemocracia, tal como existía en los tiempos de Bebel e incluso de Clement Attlee, lucha en la retaguardia. No obstante, los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional, a veces con sus nombres originales, son aún potencialmente los partidos de gobierno de varios Estados europeos. Aunque esos gobiernos fueron menos frecuentes a principios del siglo XXI que a finales del XX, estos partidos han batido el record de continuidad como grandes agentes políticos durante más de un siglo.
En resumen, lo que está equivocado no es la predicción del Manifiesto del papel central de los movimientos políticos con base en la clase obrera (y aún en ocasiones éstos llevan específicamente el nombre de clase, como los partidos laboristas británico, holandés, noruego y australiano). Lo que está equivocado es la proposición: “De todas las clases que se enfrentan hoy a la burguesía, solo la proletaria es realmente revolucionaria”, cuyo destino inevitable, implícito en la naturaleza y desarrollo del capitalismo, es el derrocamiento de la burguesía: “Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables”.
Incluso en los notorios “años cuarenta del hambre”, el mecanismo que debía conseguirlo –la inevitable pauperización (xvii) de los obreros– no resultó totalmente convincente; a menos que se basara en la suposición, improbable incluso entonces, de que el capitalismo estaba en su crisis final a punto de ser inmediatamente derrocado. Era un mecanismo dual. Además del efecto de pauperización en el movimiento obrero, se demostró que la burguesía no estaba “capacitada para gobernar porque es incompetente para asegurar la existencia a sus esclavos dentro de su esclavitud, ya que no puede evitar que se hundan hasta tal extremo que tiene que alimentarlos en vez de al contrario”. Lejos de proporcionarle el beneficio que alimentara el motor del capitalismo, ahora la mano de obra se lo comía. Pero dado el potencial económico enorme del capitalismo, tan dramáticamente expuesto en el propio Manifiesto, ¿por qué fue inevitable que el capitalismo no pudiera proporcionar sustento, aunque miserable, a la mayor parte de la clase obrera o alternativamente que no pudiera permitirse un sistema de previsión social? ¿Ese “pauperismo” (en sentido estricto, ver nota 17) se desarrolla con mayor rapidez que la población y la riqueza”? (xviii). Si el capitalismo tenía una larga vida por delante como resultó obvio muy poco después de 1848, esto no tenía por qué ocurrir, y efectivamente no ocurrió.
La visión del desarrollo histórico de la “sociedad burguesa” del Manifiesto, lo que incluye a la clase obrera que la misma generaba, no condujo necesariamente a la conclusión de que el proletariado derrocaría al capitalismo y al hacerlo abriría el camino al desarrollo del comunismo, porque la visión y la conclusión no derivaban del mismo análisis. El objetivo del comunismo, adoptado antes de que Marx se hiciera “marxista”, no derivaba del análisis de la naturaleza y el desarrollo del capitalismo, sino de un argumento filosófico –incluso escatológico– sobre la naturaleza humana y su destino. La idea fundamental de Marx a partir de entonces de que el proletariado era la clase que no podía liberarse a sí misma sin liberar al mismo tiempo a la sociedad en su conjunto, aparece primero como una “deducción filosófica, en lugar de ser producto de la observación” (xix). En palabras de George Lichtheim: “el proletariado apareció por primera vez en los escritos de Marx como la fuerza social necesaria para llevar a cabo los objetivos de la filosofía alemana”, como lo expuso Marx en 1843 y 1844 (xx).
La “posibilidad positiva de la emancipación de Alemania”, escribió Marx en la Introducción a la Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel, reside:
En la formación de una clase con cadenas radicales… una clase que sea la disolución de todas las clases, esfera de una sociedad que posea un carácter universal porque sus sufrimientos sean universales y sus reivindicaciones no sean derechos individuales porque el agravio cometido contra él no es un mal particular sino un mal en sí mismo… Esta disolución de la sociedad como una clase particular es el proletariado… La emancipación de los alemanes es la emancipación del ser humano. La filosofía es la cabeza de esta emancipación y el proletariado es el corazón. La filosofía no se puede reconocer a sí misma sin la abolición del proletariado y el proletariado no puede ser abolido sin que la filosofía devenga en una realidad (xxi).
Por entonces el conocimiento que Marx tenía del proletariado no iba más allá del hecho de que “estaba naciendo en Alemania sólo como consecuencia del creciente desarrollo industrial” y que éste era precisamente su potencial como fuerza liberadora, puesto que al contrario que las masas de pobres de la sociedad tradicional, era hijo de una “drástica disolución de la sociedad” y por tanto su existencia proclamaba la “disolución del orden mundial existente hasta entonces”. Tenía aún menos conocimiento sobre los movimientos obreros, aunque sabía mucho de la historia de la Revolución Francesa.
En Engels encontró un socio que aportó a la sociedad el concepto de la “Revolución Industrial” y los conocimientos de la dinámica de la economía capitalista como realmente era en Gran Bretaña, más los rudimentos de un análisis económico (xxii), todo lo cual le indujo a predecir una futura revolución social, que sería fomentada por una clase obrera real a la que él conocía muy bien por el hecho de vivir y trabajar en Gran Bretaña al comienzo de la década de 1840. Los enfoques de Marx y Engels sobre “el proletariado” y el comunismo se complementaban mutuamente. Lo mismo ocurría con sus concepciones respectivas de la lucha de clases como motor de la historia (en el caso de Marx derivado principalmente de su estudio del periodo de la Revolución Francesa; en el caso de Engels por la experiencia de los movimientos sociales en la Gran Bretaña pos-napoleónica). No sorprende que “ambos estuvieran de acuerdo en todos los campos teóricos”, en palabras de Engels (xxiii). Engels le aportó a Marx los elementos de un modelo que demostraba la naturaleza fluctuante y “autodesestabilizadora” del funcionamiento de la economía capitalista, en particular el esbozo de una teoría de las crisis económicas (xxiv) y el material empírico acerca del auge del movimiento obrero y del rol revolucionario que podría desempeñar en Gran Bretaña.
En la década de 1840 la conclusión de que la sociedad estaba al borde de la revolución resultaba plausible. Como lo era la predicción de que la clase obrera, aún siendo inmadura, la lideraría. Después de todo, a las pocas semanas de la publicación del Manifiesto, un movimiento de los trabajadores parisinos derrocó a la monarquía francesa y dio la señal revolucionaria a la mitad de Europa. No obstante, la tendencia del desarrollo capitalista a generar un proletariado esencialmente revolucionario no podía deducirse del análisis de la naturaleza del desarrollo capitalista. Era una posible consecuencia de este desarrollo, pero no podría señalarse como la única posible. Y aún menos podía demostrarse que el éxito de un derrocamiento del capitalismo por parte del proletariado abriera necesariamente la puerta al desarrollo del comunismo. (El Manifiesto sólo afirma que en ese momento se iniciaría un proceso de cambio muy gradual) (xxv). La visión de Marx de un proletariado cuya misma esencia lo destinara a emancipar a toda la humanidad y a poner fin a la sociedad de clases mediante el derrocamiento del capitalismo representa una esperanza deducida de su análisis del capitalismo, pero no una conclusión necesariamente impuesta por ese análisis.
A lo que el análisis del capitalismo del Manifiesto indudablemente puede llevar –especialmente cuando se adentra en el análisis de Marx sobre la concentración económica, que apenas se insinuaba en 1848– es a una conclusión más general y menos específica acerca de las fuerzas autodestructivas innatas en el desarrollo capitalista. Debe alcanzar un punto –y en 2012 no solo los marxistas están de acuerdo en esto– en que:
La sociedad burguesa moderna con sus relaciones de producción, intercambio y propiedad, una sociedad que ha suscitado medios de producción e intercambio tan gigantescos, es como el aprendiz de brujo que ya no puede controlar los poderes del mundo inferior… Las dimensiones del arco de la sociedad burguesa son demasiado estrechas para abarcar la riqueza que ha creado.
No sería irracional sacar la conclusión de que las “contradicciones” inherentes al sistema de mercado, sin más nexo de unión entre los seres humanos que el descarnado interés propio, el cruel “pago al contado”, un sistema de explotación y de “acumulación interminable” que nunca se pueden superar; que a partir de cierto punto, mediante una serie de transformaciones y reestructuraciones el desarrollo de este sistema esencialmente “autodesestabilizador”, conduzca a una situación que ya no se pueda describir como capitalismo. O citando al propio Marx, en que “la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo lleguen al final a un punto en que se hagan incompatibles con su integumento capitalista”, y ese “integumento reviente en pedazos” (xxvi). El nombre por el que conozcamos la subsiguiente situación es indiferente. Sin embargo, como demuestran los efectos de la explosión económica del mundo en el medio ambiente mundial, tendrá que marcar necesariamente un giro brusco que lo aleje de la apropiación privada para pasar al control social a escala global.
Resultaría improbable que tal “sociedad post-capitalista” se pareciera a los modelos tradicionales del socialismo y aún menos al “socialismo real” de la era soviética. La forma que haya de tomar y hasta dónde encarnaría los valores humanistas del comunismo de Marx y Engels, dependería de la acción política a través la cual se produciría el cambio, ya que esto, como sostiene el Manifiesto, resulta fundamental para la conformación del cambio histórico.

V

En la visión marxiana, no importa cómo describimos ese momento histórico en que “el integumento reviente en pedazos”, la política constituirá un elemento esencial. El Manifiesto se lee principalmente como un documento de inevitabilidad histórica y en efecto su fuerza se deriva en gran medida de la confianza que proporcionó a sus lectores saber que el capitalismo estaba inevitablemente destinado a ser enterrado por sus sepultureros y que ahora -y no en cualquier otro periodo histórico- han nacido las condiciones para la emancipación. Sin embargo, en contra de las más divulgadas hipótesis, si el Manifiesto alega que tal cambio histórico lo consigue el hombre haciendo su propia historia, no es un documento determinista. Las fosas han de ser cavadas por la acción humana o a través de ella.
Efectivamente es posible hacer una lectura determinista del argumento. Se ha sugerido que Engels tendía a hacerla más que Marx, con importantes consecuencias para el desarrollo de la teoría marxista y el desarrollo del movimiento obrero marxista tras la muerte de Marx. Sin embargo, y pese a que se citase como evidencia (xxvii) en los propios borradores de Engels, no se intuye esta lectura determinista en el Manifiesto. Cuando el Manifiesto sale del campo del análisis histórico y entra en el de la actualidad, se convierte en un documento de opciones y posibilidades políticas -no de probabilidades políticas- y en absoluto de certezas. Entre el “ahora” y el momento impredecible en el que “en el transcurso de la evolución”, se produzca “una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno sea la condición del desarrollo libre de todos”, está el campo de la acción política.
El cambio histórico a través de la praxis social y la acción colectiva constituye su núcleo. El Manifiesto contempla el desarrollo del proletariado como “la organización de los proletarios en una clase, y consecuentemente en un partido político”. La “conquista del poder político por el proletariado” (la conquista de la democracia) es “el primer paso de la revolución obrera” y el futuro de la sociedad bascula sobre las acciones políticas posteriores del nuevo régimen (es decir, cómo utilizará el proletariado su supremacía política). El compromiso con la política es lo que históricamente distinguió al socialismo marxiano de los anarquistas y los sucesores de aquellos socialistas cuyo rechazo de toda acción política condena específicamente el Manifiesto. Incluso antes de Lenin, la teoría marxiana no trataba sólo de “la historia nos demuestra lo que pasa”, sino también acerca de lo “que tenemos que hacer”. Ciertamente la experiencia soviética del siglo XX nos ha enseñado que podría ser mejor no hacer “lo que se debe hacer” bajo condiciones históricas que imposibilitan virtualmente el éxito. Pero esta lección se podría haber aprendido también considerando las implicaciones del Manifiesto Comunista.
Pero entonces el Manifiesto -y ésta no es la menor de sus notables cualidades - es un documento que prevé el fallo. Esperaba que el resultado del desarrollo capitalista fuera “una reconstitución revolucionaria de la sociedad” pero, como ya hemos comprobado, no excluía la alternativa de “la ruina común”. Muchos años después, otra investigación marxiana reformuló esto como la elección entre socialismo y barbarie. Cual de ambos prevalezca es una pregunta que el siglo XXI debe contestar.

Notas:

(i) Solo se han descubierto dos fragmentos de esos materiales –un plan para la sección III y el borrador de una página, Karl Marx Frederick Engels, Obras Completas, Vol. 6 (Londres 1976, páginas 576 y 577).
(ii) En vida de los fundadores eran: (1) Prefacio a la (segunda) edición alemana, 1872; (2) Prefacio a la (segunda) edición rusa, 1882, la primera traducción rusa de Bakunin apareció en 1869, comprensiblemente sin la bendición de Marx y Engels, (3) Prefacio a la (tercera) edición alemana, 1883; (4) Prefacio a la edición inglesa, 1888; (5) Prefacio a la (cuarta) edición alemana, 1890; (6) Prefacio a la edición polaca, 1892; y (7) Prefacio “A los lectores italianos”, 1893.
(iii) Paolo Favil li, Storia del marxismo italiano . Dalle origini alla grande guerra (Milán 1996, páginas 252 a 254).
(iv) Me he basado en los datos del inestimable Bert Andréas, Le Manifeste Communiste de Marx et Engels. Histoire et Bibliographie 1848-1918 (Milán 1963)
(v) Datos de los informes anuales del Parteitage del SPD. Sin embargo no proporcionan datos cuantitativos acerca de las publicaciones previstas para 1899 y 1900.
(vi) Robert R. LaMonte, “ The New Intellectuals”, New Review II , 1914; citada por Paul Buhle en Marxism in the USA: From 1870 to the Present Day (Londres 1987), pág. 56.
(vii) Hal Draper, The Annotated Communist Manifesto (Centro para la Historia del Socialismo, Berkeley, California 1984), pág. 64.
(viii) El original alemán comienza esta sección con la discusión de das Verhältniss der Kommunisten zu den bereits konstituerten Arbeiterparteien… also den Chartiesten, etc. La traducción oficial en inglés de 1887, revisada por Engels, atenúa el contraste. Una interpretación más fiel sería comparar los “partidos obreros ya constituidos”, como los cartistas, etc., con los que todavía no se habían constituido.
(ix) “Los comunistas no constituyen un partido separado opuesto a otros partidos de la clase obrera… No establecen principios sectarios propios para formar y moldear el movimiento proletario” (Sección II).
(x) La más conocida de éstas, subrayada por Lenin, fue la observación del prefacio de 1872 de que la Comuna de París había mostrado “que la clase obrera no puede simplemente tomar el control de la maquinaria del estado ya existente y utilizarla para sus propios fines”. Después de la muerte de Marx, Engels añadió la nota al pie de página modificando la primera frase de la Sección I para excluir las sociedades prehistóricas del alcance universal de la lucha de clases. Sin embargo, ni Marx ni Engels se molestaron en comentar o modificar los pasajes económicos del documento. Si Marx y Engels consideraron realmente un Umarbeitung oder Ergänzun más desarrollado del Manifiesto (Prefacio a la edición alemana de 1883) resulta dudoso, pero no hay duda de que la muerte de Marx hizo que esa revisión fuese imposible.
(xi) Compárese el pasaje de la Sección II del Manifiesto (“¿Requiere una intuición profunda comprender que las ideas, puntos de vista y concepciones del hombre, en otras palabras, que la conciencia del hombre cambie con cada cambio de las condiciones de su existencia material, de sus relaciones sociales y de su vida social?”) con el pasaje correspondiente en el Preface to the Critique of Political Economy (“No es la consciencia de los hombres lo que determina su existencia sino, al contrario, es su existencia social la que determina su conciencia”).
(xii) Aunque ésta es la versión inglesa aprobada por Engels, no es una traducción estrictamente correcta del texto original: Mögen die herrschenden Klassen vor einer kom-munistischen Revolution zittern. Die Proletarier haben nichts in ihr, (es decir “en la revolución”) zu verlieren als ihre Ketten”.
(xiii) Para un análisis estilístico, vea S.S. Prawer, Karl Marx and World Literature (Verso, Nueva York 2011), páginas 148 y 9. Las traducciones del Manifiesto que conozco no tienen la fuerza literaria del texto original en alemán.
(xiv) En “Die Lage Englands. Das 18.Jahrhundert” (Obras de Marx y Engels I, páginas 566 a 568)
(xv) Ver, por ejemplo, la discusión sobre Fixed capital and the development of the productive resources of society en los manuscritos de 1857 y 1858. Obras completas, vol. 29 (1987), páginas 80 a 99.
(xvi) La frase alemana “sich zur nationalen Klasse erheben” tenía connotaciones hegelianas que la traducción inglesa autorizada por Engels modificó, probablemente porque pensó que los lectores no lo comprenderían en la década de 1880.
(xvii) Pauperismo no debería leerse como sinónimo de “pobreza”. Las palabras alemanas, tomadas del inglés, son pauper (persona indigente… que vive de la beneficencia o de alguna provisión pública”: Diccionario del siglo XX de Chambers) y pauperismus (calidad de indigente).
(xviii) Paradójicamente, algo parecido al argumento marxiano de 1848 es el término utilizado ampliamente por los capitalistas y los gobiernos del libre mercado para demostrar que las economías de los estados cuyo PIB se doblan cada pocas décadas estarán en bancarrota si no se suprimen los sistemas de redistribución de las ganancias (estado del bienestar, etc.), implantados en tiempos de menor abundancia, y en los que aquellos que obtienen ingresos mantienen a los que no los tienen.
(xix) Leszek Kolakowski , Main Curretns of Marxism, vol. 1, The Founders (Oxford 1978), página 130.
(xx) George Lichtheim, Marxism (Londres 1964), página 45.
(xxi). Obras Completas, Vol. 3 (1975), páginas 186 a 187. En este pasaje he preferido en general la traducción de Lichtheim, Marxism. El vocablo alemán que traduce como “clase” es “Stand”, que hoy resulta engañosa.
(xxii) Publicado como Outlines of a Critique of Political Economy en 1844 (Obras completas, vol. 3, páginas 418 a 443)
(xxiii) “ On the History of the Communist League” (Obras Completas, vol. 26, 1990), página 318.
(xxiv) “Outlines of a Critique” (Obras completas, vol. 3, página 433 y siguientes). Parece proceder de escritores británicos radicales, principalmente John Wade, History of the Middle and Working Classes (Londres 1835), a quien se refiere Engels en relación con esto.
(xxv) Esto es incluso más evidente en las formulaciones de Engels que constituyen de hecho dos borradores del Manifiesto Draft of a Communist Confession of Faith” (Obras Completas, vol. 6, página 102) y Principles of Communism (Ibíd., página 350)
(xxvi) From Historical Tendency of Capitalist Accumulation en Capital, vol. 1 (Obras Completas, vol. 35, 1996), página 750.
(xxvii) Lichtheim, Marxism, páginas 58 a 60

Eric Hobsbawm

¿Nazismo en Catalunya?. La conjura de los malvados

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Entre los barones “socialistas” se está convirtiendo en una moda agitar aberrantes similitudes entre la independencia catalana con el nazismo y el judeocidio Más que otra cosa, el dato evidencia mucha miseria moral…
Desde que el tsunami humano de la última Diada pusiera sobre la mesa una demanda tan democrática como el derecho de una nación a decidir en unos tiempos en los que todo se decide en las cuevas del gran capital, no pasa semana sin que algunos de los “barones” que ocupan las siglas del PSOE, no se descuelgue con unas intempestivas declaraciones forzando tal paralelismo.
Cierto es que no se trata de ninguna exclusiva, el número de imbecilidades que se han llegado a decir sobre el fascismo es casi infinita, incluso dentro de la izquierda clásica. Se abusa de la terminología airadamente despreciando un análisis necesario. Tachar como tales a Felipe González, Felip Puig o Duran i Lleída es una barbaridad, y lo es no tanto porque4 estos personajes individualmente no merezcan nuestro desprecio, que lo merecen, sino porque representan situaciones y bases sociales muy diferentes.
Debería de estar claro que este tipo de extrapolaciones miserables habría que dejársela a la derecha, a personajes como Rosa Díez, tan dada a este tipo de argumentos cuando se trata de Euzkadi. Se trata de una pose muy propia de gente cretina como el actual ministro de Asuntos Exteriores quien, en un ejercicio de esa doctrina neoliberal según la cual la historia es para quien la compra, metía el nacionalismo catalán por supuesto (ellos dicen que no son nacionalistas, lo cual será verdad en Bruselas pero no en Madrid), el marxismo y el nazismo en el mismo saco, a lo que le respondió el portavoz convergente sacando del saco los primeros, y dando su visto buenos a los otros dos. De ahí se podría deducir que Franco fue un “autoritario” que luchó contra los “totalitarismos” marxistas y separatistas.
A estas alturas ya no nos extraña que desde las alturas de la empresa socialistas también se digan cosas parecidas, que para colmo, se haga con mayor insistencia, y que además, se haga en el contexto de la campaña electoral catalana en la que Pere Navarro presumía ser “federalista y de izquierdas”. Anotemos que en el curso de dicha campaña, el discurso de apoyo a Navarro se extrajo de la perdida tradición socialista. Se escuchó (sin guasa) a Eduardo Madina hablar de los trabajadores como si fuese Tomás Meaba; a Ángel Gabilondo diciendo que había que luchar contra la corrupción de los principios como si se tratara de Juan José Morato resucitado o a la inmaculada política-empresaria Carme Chacón afirmar que ella quería el derecho de decidir pero frente a los poderes financieros. O sea se sacaron a relucir el traje “socialdemócrata” de los tiempos de Rosa Luxemburgo, y lo hicieron como si estuviesen en alguna barricada.
Pero esas cosas se dicen como las decían en los años setenta cuando tenían en su programa el “derecho de autodeterminación”, y la aplican igual que lo hicieron con este principio.
Fue en medio de juego de vestidos que Marcelino Iglesias demostró su desprecio a la historia diciendo que “el hipernacionalismo costó a Europa cien millones de muertos” así como a las “guerras civiles”. precediendo intervenciones parecidas de José Bono y Francisco Vázquez que se comparando a los castallanoparlantes cono los “judíos” en la época de la solución final…
Tales extrapolaciones han pasado como suelen pasar estas cosas en este país en la que reina un amo que como decía en el “Mongolia”, te puede violar sin tener que pagar ni una multa de 25 pesetas. En el PSOE, por supuesto, no ha habido mayor reacción que la que pudo la que hubo cuando se supo que los dictadores derrocados en Túnez y Egipto eran…miembro de la Internacional Socialista. Pero la cosa es grave viniendo desde “la izquierda”, o sea de la gente que dice representar el “federalismo”. Resulta que uno lleva 52 años en Catalunya, y en ese tiempo jamás ha visto a nadie tratado como un “judío”, aunque si sabe que el catalán estuvo prohibido, que el franquismo arrasó con las instituciones catalanes y pasó por las armas a millares de personas por “separatistas”. Está acusando a una mayoría de catalanes que están por su derecho a decidir, y lo hacen con una terminología propia de energúmenos como los de Intereconomía.
El asunto es en mi opinión, mucho más grave de lo que se quiere creer. Entre otras cosas demuestra el grado de envilecimiento a que ha llegado el “socialismo”. Son proclamas hechas por personajes inéditos en cualquier oposición al franquismo o al imperialismo, demócratas que aceptan que la política sea un negocio en el que se venden promesas incumplidas. Gente que se arrodilla ante el Dios Mercado, y que aún están por decir media palabra sobre algo tan sangrante como lo que están haciendo los bancos con los desahucios.
Podríamos seguir, pero lo más triste es que todavía hayan izquierdas que le hagan la cama como en Andalucía, y lo que es más arduo y más triste todavía, que todavía existan millones de personas trabajadores que se dejen estafar aunque, también es verdad, son cada vez menos. Quizás sea por eso por eso que pierdan con tanta facilidad los papeles hasta el punto de banalizar las consecuencias del nazismo, un movimiento creada por bandas armas que bajo una fraseología ultraimperialista,trabajaban al servicio del gran capital.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Antisionismo no es antisemitismo

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Steve Cedar, judío, antisionista y miembro de Unitat Contra el Feixisme i el Racisme en Vic (Catalunya), explica de dónde viene el sionismo y sus principales características.

El judaísmo es una religión, una serie de creencias monoteístas, y se practica por todo el mundo por gente de todas las lenguas, países y culturas. Es la más antigua de las tres religiones monoteístas más difundidas (junto con el cristianismo y el Islam), y la menor de ellas en número de fieles. Del judaísmo se desglosaron, históricamente, las otras dos religiones.
Sin embargo, a su vez, históricamente, el pueblo judío ha sido perseguido y discriminado; muchas veces teniendo el rol de chivo expiatorio en tiempos de crisis, por ser una minoría y, por tanto, una diana fácil. En la historia moderna, esta discriminación se ha manifestado, primero, en la Rusia del Zar en el siglo XIX, con los pogromos de los judíos y el antisemitismo de la sociedad rusa.
Hubo varias respuestas a este antisemitismo. Por una parte, muchas personas judías emigraron a otros países de Europa y a EEUU en búsqueda de una vida más segura y tranquila. Otras, que no tenían los recursos o las ganas de irse, se quedaban a luchar dentro de los movimientos obreros para conseguir alcanzar otro tipo de sociedad sin racismo y antisemitismo. Pero una minoría de personas judías, básicamente de clase media, pensaba que el antisemitismo era algo inherente al ser humano y no se podía luchar en su contra. Su única solución era fundar un estado exclusivamente judío, separado de otras creencias; un lugar seguro donde las personas judías de todo el mundo pudieran vivir.
Fue de ahí de donde surgieron las ideas del sionismo político. Una idea simple, pero poco práctica. El sionismo, en su primera época, no tenía claro dónde establecer este estado judío. Siria, Argentina o Tanzania fueron algunas de las opciones, pero al final optaron por Palestina. ¿Por qué? La intención era convencer a más personas judías a unirse a su proyecto por las conexiones emocionales y religiosas que tenía “la tierra prometida”. Movimiento que, por cierto, fue minoritario hasta el propio holocausto.
El sionismo tiene dos fallos básicos. Primero, nunca consideró la existencia de la población que vivía en Palestina, los palestinos y palestinas; lo que propició que desde su inicio haya sido una ideología racista, discriminatoria y exclusiva. Segundo, que para realizar su proyecto, siempre ha tenido que depender de una fuerza imperial para darle apoyo, empezando con el imperio otomano, pasando por Alemania, el imperio británico y, después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU. A cambio se debía erigir como el guardián de los intereses geoestratégicos en la zona, lo que en tiempos modernos se ha traducido por el control sobre el petróleo.
El antisemitismo no es más que otra forma de racismo: discriminar a un grupo de gente por sus creencias o su cultura. Por eso, las personas que se consideran socialistas y revolucionarias deben luchar contra el antisemitismo con la misma fuerza que luchan contra la islamofobia o cualquier otro tipo de racismo.
Pero debemos tener claro que ser antisionista no es lo mismo que ser antisemita. El antisionismo significa oponerse a un estado colonial y racista desde sus orígenes, y todo lo que ha conllevado durante 65 años de ocupación ilegal. Es luchar contra el opresor e identificarse con las personas oprimidas. Es luchar contra un nacionalismo de derechas nefasto y mezquino. Y es ser, por encima de todo, internacionalistas, creyendo, a diferencia de los primeros sionistas, que es posible luchar contra del racismo y por un mundo mejor para todas las personas.

Steve Cedar

Oscar Niemeyer, el comunista

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En su extraordinario libro Espejos. Una historia casi universal, Eduardo Galeano nos narra en su cuentito “Ananá” lo siguiente: “El ananá, o abacaxi… los españoles lo llamaron piña… Aunque venía de América, este manjar de alta finura fue cultivada en los invernaderos del rey de Inglaterra y del rey de Francia, y fue celebrado por todas las bocas que tuvieron el privilegio de probarlo. Y siglos después, cuando ya las máquinas lo despojaban de su penacho y lo desnudaban y le arrancaban los ojos y el corazón y lo despedazaban para meterlo en latas a un ritmo de cien frutas por minuto, Oscar Niemeyer le ofreció, en Brasilia, el homenaje que merecía. El ananá se convirtió en catedral”.
Cuando en 1960 se inauguró Brasilia –la Unesco en 1987 la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad–, Niemeyer cuenta: "Los palacios pueden gustar o no, pero nadie podrá decir que antes había visto algo igual. Puede que haya visto mejores, pero iguales no". Y contaba también que "construir una ciudad ha sido fantástico. Pero luego el sueño se acabó, precisamente en el día de la inauguración. No subí al palco de las autoridades: me quedé abajo, con los peones que habían trabajado para construir una ciudad donde no podrían vivir. El mundo soñado era imposible. Dejábamos de ser iguales".
Laberinto [N° 495, 08/12/12; http://www.facebook.com/pages/Laberinto-Milenio-Diario/119705201450913], publicó un estupendo reportaje sobre este arquitecto con reconocimiento universal: “Oscar Niemeyer: el arte de lo imposible”. “Uno de los iconos de la arquitectura del siglo XX murió el pasado 5 de diciembre a unos días de cumplir 105 años. Discípulo de Le Corbusier, amó como pocos la línea curva, experimento con nuevos materiales y en múltiples ocasiones se declaró un enamorado incondicional del futuro”.
Pero el gran Niemeyer no solamente fue longevo en la práctica profesional, tuvo además un rasgo fuera de lo común de los arquitectos de fama mundial –hoy día muchos de ellos actuando como verdaderos divos del “star system”, los "arqui-stars", según el eminente historiador Leonardo Benevolo–, era un convencido militante comunista desde el año de 1945. Dejemos de lado su adscripción al Partido Comunista Brasileño –un partido estalinista como casi todos los partidos “oficialistas” reconocidos en su momento por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); del cual fue su presidente de 1992 a 1996, recien extinta la URSS–, el hecho inobjetable es que debemos reconocer su firme y sincera convicción por transformar radicalmente el mundo que le tocó vivir. “Nunca me callaré la boca. Nunca esconderé mis convicciones comunistas. Y quien me contrata como arquitecto conoce mis concepciones ideológicas”, insistió Niemeyer hasta el final de sus días, nacido en una familia burguesa de origen alemán, portugués y árabe. El arquitecto decía haber “comprendido inmediatamente que hay que cambiar las cosas”. “Entré al partido y me quedé (…) Hay que conocer ante todo la vida de los hombres, su miseria, su sufrimiento para hacer arquitectura de verdad”. Por su abierta militancia comunista, al igual que muchos brasileños artistas e intelectuales de izquierda, Niemeyer vivió en Francia durante sus años de exilio durante la dictadura militar (1964-1985).
También decía enfático: “No quiero cambiar la arquitectura, lo que quiero cambiar es esta sociedad de mierda”. Pero no hay duda de que contribuyó a cambiar la arquitectura y se convirtió en uno de los exponentes más notables de las vanguardias arquitectónicas durante la segunda mitad del siglo pasado junto a su maestro Le Corbusier, Walter Gropius, Frank Lloyd Wright y Mies Van der Rohe, entre otros grandes maestros de la arquitectura moderna.
Más allá de percibir a la arquitectura como arte, en la historia social existe un estrecho vínculo entre lo político y la arquitectura. La arquitectura refleja fielmente el poder político –es imposible explicar El Palacio de Versalles sin comprender el Estado absolutista– y en ocasiones está asociada a los profundos cambios revolucionarios (La Bastilla, El Palacio de Invierno, etcétera). En una historia crítica de la arquitectura sin duda habrá un capítulo especial de las ideologías políticas de los grandes arquitectos, pues ninguno está exento de tener consciente o inconsciente su ideario político. Como en la viña del señor, hay de todo: fascistas, derechistas, liberales, liberales radicales, socialdemócratas e izquierdistas; predominando los conservadores. Antonio Gaudí, un genio de la arquitectura, simpatizó en su juventud con las ideas socialistas. Ludwig Mies van der Rohe, pionero de la arquitectura moderna, no obstante ser un liberal radical no le impidió para nada diseñar en 1926 el extraordinario Monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, revolucionarios comunistas asesinados por la socialdemocracia alemana en 1919, monumento que los nazis destruyeron inmediatamente. En México, el arquitecto y pintor Juan O'Gorman –quien perteneció a la Unión de Arquitectos Socialistas de México (1937.1941)– fue socialista y amigo de Trotsky, y opositor a Hannes Meyer, quien fue estalinista y director de la famosa escuela Bauhaus (1928-1930).
El gran arquitecto nacido en Río de Janeiro decía que le gustaría ser recordado en las enciclopedias con una frase corta: "Niemeyer, Oscar: brasileño, arquitecto; vivió entre amigos, creyó en el futuro".

Román Munguía Huato

“El socialismo sigue siendo una esperanza abierta”

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Entrevista a Marcelo Colussi

“El socialismo sigue siendo una esperanza abierta”, así manifiesta rotundo el psicólogo, profesor, escritor, periodista, activista a tiempo completo por la libertad, la justicia social y la dignidad global, aunque mejor persona, Marcelo Colussi.
Pregunta: Según ha manifestado usted en más de una ocasión, y después de revisar seria, rigurosa y profundamente lo que ha sido la historia de los seres humanos, concluye no sin cierto pesimismo (precisamente utiliza la cita del pensador e intelectual Antonio Gramsci en uno de sus últimos artículos que titula “Socialismo y poder” que dice: “hay que actuar con gran pesimismo en la inteligencia, junto a un férreo optimismo de la voluntad”), que en realidad las personas nos movemos en buena medida por un afán de poder, y que, por lo tanto, estamos irremediablemente condenados a seguir ese molde, incluso para apoyar esta tesis también cita al Premio Nobel de Literatura, José Saramago cuando manifiesta que “No nos merecemos mucho respeto como especie”; y llega a concluir que casi estamos tentados a afirmar que “esto no tiene arreglo” ¿Cómo es que si tiene esta “convicción” lo vemos siempre comprometido con las causas que apuestan precisamente por darle “otra” oportunidad al ser humano que lucha, que combate, comprometido, por construir un mundo más justo, más digno, más solidario, más libre; en definitiva, una comunidad socialista, es decir, la aspiración a un mundo más justo, pensamiento este que mantenía desde los años 70 la escritora canaria-cubana Nivaria Tejera, que llegó a manifestar que “…Todo apesta…” , refiriéndose a la condición humana que cuando llega a algún tipo de poder sobre los demás se transforma repugnantemente en una especie de semidios aunque por lo general suelen ser un@s complet@s “analfabet@s funcionales… inept@s … déspotas y terminan convirtiéndose en “presuntos” corrupt@s…. usurpadores de las riquezas colectivas, que , aunque exista la mayor crisis económica o financiera éstos jamás sufren sus consecuencias, mientras la inmensa mayoría apenas tiene para cubrir las necesidades básicas…. aunque trabaje —que se ha vuelto un imposible?
Marcelo Colussi: Que nuestra condición humana nos confronte con esas “mezquindades” (el afán de poderío que pareciera constituirnos tan estructuralmente, ese egoísmo tan enraizado que lleva a Saramago a perder las esperanzas), con esas características tan poco altruistas, tan faltas de solidaridad en muchos casos, no significa de ningún modo que no debamos seguir buscando siempre, con la más absoluta convicción, el mejoramiento de lo que somos. O si se quiere decir de otro modo: la aspiración a un mundo más justo –por el que uno puede estar dispuesto a dar la vida incluso– no riñe con este conocimiento que se pueda tener de nuestros límites. Efectivamente somos finitos, limitados, bastante mediocres, llenos de flaquezas, pero todo ello no significa que se deba abandonar la lucha por un mundo mejor, más justo, más equitativo. En todo caso es necesario saber qué somos, cómo somos, dónde está nuestro talón de Aquiles, saber de nuestros límites, para saber a qué podemos aspirar, para no hacernos ilusiones desmedidas. Pero una cosa no quita la otra. Por otro lado, si es cierto que hoy podemos ver ese tipo de sujeto humano lleno de mezquindades –eso somos, hay que reconocerlo, no lo neguemos– nada nos dice que estemos irremediablemente condenados a seguir ese molde. Cómo será el famoso “hombre nuevo” del socialismo, no lo sabemos; pero sin ninguna duda podemos y debemos seguir aspirando a algo mejor que esto que somos hoy día. En todo caso, el pesimista que cree que esto “no tiene arreglo” es Saramago. Yo soy un convencido radical que la historia humana es una perpetua búsqueda de mejoras, de avances. Es decir: una sucesión interminable de nuevas oportunidades. La historia nunca está escrita, la escribimos con nuevas oportunidades segundo a segundo. El socialismo, aún con todos sus errores, sigue siendo una esperanza abierta. Y si es cierto que la lucha en torno a los poderes vertebra toda nuestra vida (social, subjetiva, relaciones de pareja, etc., etc.), ello no significa que nuestro objetivo no sea tener claro eso y buscar más equidad en esas relaciones. En ese sentido tomaría las palabras de Martin Luther King cuando dijo, con una convicción radical, con una esperanza infinita que también hago mía: “aunque supiera que mañana vaya a ser el fin del mundo, hoy, de todos modos, plantaría un árbol”.
Pregunta: Usted afirma que “un sistema económico enfermo da como resultado un planeta enfermo”, en un lúcido artículo el que inicia con una cita de Adam Smith que mantiene que “no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados” ¿Cuál sería la alternativa a este sistema económico? ¿No cree que para cambiar de sistema económico, y que sea factible y duradero, habría que cambiar las estructuras educativas, sociales, culturales, políticas?
Marcelo Colussi: La alternativa abierta al sistema capitalista –hay que decirlo con todas las letras, aunque hoy, en el medio de la marea neoliberal de estos últimos años esto pueda haber pasado a ser una mala palabra– es el socialismo. Es decir: un sistema donde la estructura última de la organización social no sea la búsqueda del lucro económico. Si el motor de la sociedad, y consecuentemente la ideología de cada uno de los miembros que la componen, se ciñe solo al beneficio económico, estamos ante un absurdo. El capitalismo lo evidencia de modo patético: ese sistema no tiene salida. Un sistema que destruye el medio ambiente en el que vivimos en función de obtener ganancias económicas, que tiene las guerras como válvula de escape siempre presente para resolver sus problemas estructurales insolubles, que puede llegar a la descabellada noción de “poblaciones sobrantes”, que hace de los simples instrumentos para la vida un fetiche donde un teléfono celular o un automóvil –por poner algún ejemplo– pueden llegar a ser “lo más importante” de esa vida, todo eso tiene mucho de absurdo, de tragicómico. El proyecto socialista, del que conocemos solo los primeros pasos balbuceantes –los cuales, pese a enormes dificultades y con los errores del caso, han dado ya resultados infinitamente más justos que los siglos de acumulación capitalista– es un camino que aún prácticamente no se ha recorrido. La involución de la Unión Soviética o de la República Popular China no significa que el capitalismo sea la solución, el fin de la historia, la personificación de la perfección. Un sistema económico que destina tantos recursos a la muerte –condenando al hambre a tanta gente, con su industria bélica siempre en aumento, con el narcotráfico, con la autoagresión que significa el modelo industrial depredador que se ha generado– de ningún modo puede ser el punto final de llegada de la civilización humana. Cambiar ese modelo significa, sin lugar a dudas, un cambio enorme, monumental. Transformar una sociedad no es solamente tomar el poder político, asaltar la casa de gobierno. Un cambio profundo implica enormes transformaciones culturales, eso lo sabemos; y eso lleva generaciones y generaciones. Recién hoy día, con la globalización neoliberal de estos últimos años, puede decirse que el capitalismo se impuso realmente como sistema dominante por todo el mundo. Ese proceso implicó siglos, desde el Renacimiento europeo en adelante, con la destrucción de las poblaciones y las culturas de América y África. Cambiar el curso de esa historia, además de un cambio político, implica hondas modificaciones en la estructura subjetiva, lo cual no puede ser nunca algo fácil. Por el contrario, un cambio de esas proporciones se evidencia como algo sumamente complejo, nunca falto de mucho sufrimiento, de violencia, de terribles luchas. No sabemos si vamos hacia la destrucción de toda la civilización con una guerra nuclear, hacia una huída de los grupos dominantes de este mundo hostil y casi invivible que ha generado el capitalismo para instalarse en otros puntos del sistema solar dejando aquí el actual desastre para los que no puedan abandonar el planeta, o si vamos hacia un paraíso planetario de justicia y equidad con el triunfo del socialismo a nivel global. Esto último, en estos momentos, pareciera casi quimérico. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que el sistema económico actual no puede tener salida: hay que cambiarlo de raíz y empezar algo nuevo. Es vergonzoso en términos humanos que, con todo el desarrollo de nuestra tecnología como especie inteligente, el hambre siga siendo la principal causa de muerte. Eso hay que cambiarlo de una buena vez.
Pregunta: De sus artículos y reflexiones publicados en diversos Medios de Comunicación Alternativos de La Internet, en webs como www.rebelion.org, www.argenpress.info y www.aporrea.org entre otros, se desprende que es un profundo conocedor de la realidad política, económica, social, cultural, no sólo de Latinoamérica, sino del mundo en general; además, ha sido testigo directo de algunos procesos “revolucionarios” que se han originado en países como Venezuela, donde fue miembro de la web www.aporrea.org que ofrecía una información alternativa a la que nos daban las grandes agencias de noticias americanas y europeas donde claramente había una manipulación de los sucesos y acontecimientos que ocurrían, no sólo en Venezuela, sino en toda Latinoamérica, en Bolivia, en Nicaragua, en Brasil… en los que, a pesar de tener presidentes salidos de las urnas, y por lo tanto votados por la mayoría del pueblo democráticamente, están constantemente atacados en la forma de gobernar, no sólo por elementos del interior de esos países, sino por países como Colombia o EEUU, ante el silencio vergonzante de la llamada “Comunidad Internacional”, ¿Cómo se vive desde el interior esta injusta injerencia de Países que no son precisamente modelos a imitar, a parte de su escasa, por no decir nula, autoridad moral para dar lecciones a nadie de cómo gobernar?
Marcelo Colussi: La injerencia de los más poderosos sobre los más débiles es una constante en las relaciones políticas entre países. En Latinoamérica, si algo significan los procesos de liberación –pensemos en Cuba, en la Nicaragua sandinista, en la “primavera democrática” que vivió Guatemala entre las décadas del 40 y del 50 del siglo pasado, en el Chile de Salvador Allende, en las propuestas nacionalistas de un Omar Torrijos en Panamá o en el actual proceso bolivariano que se vive en Venezuela con Chávez a la cabeza– es siempre un tomar distancia de la hegemonía de las grandes potencias dominantes, que para el caso en esta región del mundo es siempre la política imperial de Washington. Todos estos procesos que mencionábamos –que no son siempre, en sentido estricto, planteos socialistas con todas las letras, visiones marxistas con un apoyo conceptual en el materialismo histórico– tienen como común denominador el enfrentamiento con el imperialismo. En Latinoamérica, al igual que ocurre en los países de todo el Sur, si bien las luchas de clases a nivel nacional son el núcleo último que define la situación social, la contradicción país periférico-metrópoli tiene un peso muy considerable. Eso no explica todo, pero sin dudas es parte importantísima de la dinámica político-económica de estos países, y por tanto, también de la cultural. El antiimperialismo es algo siempre presente, pero al mismo tiempo se da un fenómeno complejo: Estados Unidos es el país invasor, el que marca el ritmo, el enemigo omnipresente, pero también la fuente de recursos, el lugar donde se mandan las exportaciones, el lugar donde se puede ir a trabajar y desde donde enviar remesas en dólares para las familias que aquí quedan, el punto que se mira como referencia obligada en lo político y cultural. La imagen que se tenga de esa relación depende de quién la observe: para las clases dominantes en general no se siente como opresión; es un dato natural, prácticamente parte del paisaje social cotidiano. Para buena parte de las aristocracias locales, Estados Unidos es el modelo a imitar, el lugar donde se va a estudiar, donde se hacen compras de lujo, el paraíso soñado, el referente a seguir. Para los sectores populares, en muchos casos es una mezcla compleja: causa de los propios males y enemigo por definición, pero también punto ansiado para ir a trabajar porque allí se “gana en dólares”. De todos modos, la conciencia antiimperialista está siempre presente, y cada vez que las situaciones políticas se tensan, eso se deja ver. Se podría decir que toda expresión progresista en nuestros países latinoamericanos tiene que ser, casi por definición, antiimperialista.
Pregunta: A parte de su labor como docente y periodista, usted también destaca como excelente escritor de libros de ficción. Uno de los más geniales que he tenido la oportunidad de leer ha sido el libro “Cuentos para olvidar”. (Algunos de estos textos se pueden leer en la web www.elguanche.net de los que destacaría “Decisión” “Telebasura: el show más inaudito de la televisión”….). ¿Tiene algún libro de ficción inédito o algún proyecto en marcha?
Marcelo Colussi: Proyecto editorial propiamente dicho no tengo ninguno ahora. Igual que tantos escritores desconocidos y siempre esperanzados en ganar algún concurso por ahí, en conseguir algún editor por allá, tengo dispersos cantidad de materiales por todas partes. Donde más publico es en internet, que si bien no es lo mismo que un libro en sentido estricto, también tiene una amplia difusión. Creo que en España están por aparecer algunos relatos míos en una publicación colectiva dentro de poco, en una antología de autores latinoamericanos, pero eso no constituye un proyecto editorial en el que yo esté directamente involucrado.
Pregunta: ¿Cómo y cuándo fue su primer contacto con la escritura, con la palabra?
Marcelo Colussi: Para ser sincero…., ni me acuerdo. Siempre he escrito, pero es más, muchísimo más lo que destruí que lo que conservé. Anteriormente lo hacía con la máquina de escribir, así que lo que eliminaba eran papeles. Años después vino la computadora, y eliminar pasó a ser sinónimo de borrar del disco duro. Pero si bien escribí desde siempre, publico regularmente artículos y ensayos desde hará unos 20 años, en revistas y medios de ciencias sociales y/o derechos humanos. Literatura –ni sabría decir por qué– recién me atreví a publicar hace unos pocos años, en el 2004, luego de haber obtenido una mención en un certamen internacional de relatos.
Pregunta: ¿Podría decirnos cuáles son los escritores que más le han marcado o cuáles han sido fundamentales en su vida?
Marcelo Colussi: Son tres: Dostoievski, Kafka y Borges.
Pregunta: A parte de “intentar” escribir bien ¿se le debe pedir al escritor que salga afuera para sacudir y atacar a la conciencia pública como sugería el francés Antonin Artud?
Marcelo Colussi: Creo que a un escritor no se le puede pedir mucho, como en general no se le puede pedir a un artista. La creación tiene algo de mágico, y cuando alguien crea, transmite algo que tiene necesidad de decir. Si eso tiene “compromiso” social, político, si ataca a la conciencia pública o no…, es bastante difícil de precisar. Sería deseable que todos los artistas tuvieran una posición política crítica frente a la realidad, pero también sería deseable que todo el mundo la tuviera. Y sabemos que en general eso no es lo más común. Podemos esperar que un escritor sea crítico, pero no tenemos ningún derecho a exigírselo. Y por supuesto, muchos de los más grandes escritores (ahí está Jorge Luis Borges por ejemplo) son reaccionarios políticamente, conservadores, grises y aburridos representantes del statu quo. Así como en un sentido también lo fue Sigmund Freud, un médico de clase media conservador, contrario a las ideas revolucionarias en términos políticos, pero quien, en cuanto a lo que legó como obra intelectual, es uno de los más osados revolucionarios en el orden conceptual, en el campo del pensamiento. Por último: ¿quién se tiene la suficiente autoridad moral para pedirle a un escritor que sea “comprometido”? ¿Desde dónde pedírselo?
Pregunta: Una cuestión que se le suele plantear a løs escritorøs es preguntarle por qué escribe. Algunos escritores irreverentes llegaron a responder que “porque me da la gana” ¿Qué nos diría usted?
Marcelo Colussi: Sin el más mínimo ánimo de ser irreverente en la forma de responder, creo que esa respuesta es la más exacta. Es más: creo que es la única respuesta posible. ¿Por qué alguien se dedica a la tarea de crear, de inventar ficciones, de hacer arte y transmitirlo a otros? Solamente porque así lo desea. Si alguien tiene esa pasión, lo hace pura y exclusivamente porque su deseo lo lleva allí, pues en principio nadie vive de la literatura (la gran mayoría de escritores vivimos soñando con el premio o la gran publicación que solo en contadísimas ocasiones llega para muy pocos). Por tanto, sí: uno escribe porque tiene ganas de hacerlo, y no hay mucho más que agregar. En términos psicológicos –y esto es algo muy de orden personal, privado se diría– cada escritor tendrá una particular historia que lo constituye como tal, historia marcada por un entrecruzamiento de causas: subjetivas, familiares, ideológicas, culturales, etc. Pero en definitiva podríamos decir que se escribe porque uno tiene ganas, así de simple. Al menos en lo tocante a literatura.
En lo referido a ciencias sociales, a lo politológico, la situación es distinta: se escribe porque hay un compromiso social, ideológico, porque quien escribe intenta generar debate en torno a ciertos temas, a despertar conciencia, a aportar soluciones en la construcción de alternativas. Que se consiga, es otra cosa, pero el motivo de base anida en el compromiso político.
Pregunta: Otra queja muy común entre una gran mayoría de escritores, al menos, en Canarias y en el Estado español, es que la industria editorial sólo apuesta a caballo ganador ¿Ocurre lo mismo, por ejemplo, en Guatemala, en particular, y en Latinoamérica en general?
Marcelo Colussi: La industria editorial, como cualquier negocio dentro del marco capitalista, se mueve por una pura lógica empresarial de lucro. Por tanto, la mercadería literaria se maneja como cualquier otro bien mercantil: si vende, es bienvenida; si no vende, se la deshecha. De ahí que para tantos escritores sea tan difícil abrirse paso en ese mundo editorial, ámbito marcado por todos los juegos económicos, codazos y zancadillas que pueden encontrarse igualmente en cualquier otra esfera del quehacer mercantil. Quizá uno no se sorprende tanto cuando se habla de las mafias de la industria de los armamentos, o del espionaje industrial entre, por ejemplo, los fabricantes de vehículos, o de computadoras, pero sí produce cierto escozor cuando vemos todo esto entre literatos y toda la industria editorial. Pero, más allá que la mercadería en juego en este ámbito es distinta a una ametralladora, un tractor o una motocicleta –yo prefiero un libro, aclaro– en sustancia, en términos empresariales, no hay muchas diferencias en los manejos propiamente mercadológicos. El monopolio, las mafias y las zancadillas también están aquí.
Pregunta: Después del llamado “boom” latinoamericano donde esa industria editorial apostó fuertemente y dieron a conocer a todo el mundo a escritores como Gabriel García Marqués, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Álvaro Mutis, José Lezama Lima… con el llamado “realismo mágico” en el género novelístico (en el poético ya habían conquistado el “mercado” autores como Rubén Darío, César Vallejo, Alfonsina Storni, Pablo Neruda…), pareciera que ya no existiesen más y mejores autores ¿cuál es su opinión al respecto?
Marcelo Colussi: Comparto eso a medias. Siempre hay buenos autores. Sucede que hay momentos especiales, estelares. Las décadas pasadas, años mucho más movidos en términos políticos y culturales, dieron como resultado una gran creatividad rebelde, irreverente, novedosa, desafiante. Y la industria editorial supo transmitir (y hacer negocio) de todo ello. Para los años 70 y 80 del siglo pasado, en toda Latinoamérica hubo una clara involución política (fríamente calculada por los grandes poderes, por supuesto) que marcó un repliegue en todos los avances, en lo político, en lo ideológico, con dictaduras manchadas de sangre que produjeron un silencio generalizado. Por eso hoy día lo que más se produce y se vende son libros de autoayuda –principal rubro de la producción librera a nivel mundial, por otra parte–. Pero entiendo que es un poco exagerado, o quizá injusto, decir que hoy día ya no hay grandes autores en los países latinoamericanos. Preferiría decir que hay una situación distinta. En todo caso, la época de dictaduras y post dictaduras con democracias de baja intensidad como las actuales no favorece ese “boom” de años anteriores, pero no creo que se haya terminado la inspiración. Ya reaparecerá; o, en todo caso, no tendrá la misma forma. Lo que sí es evidente que años atrás hubo un momento de especial creatividad en la literatura latinoamericana, así como hay momentos de especial fertilidad en distintos órdenes, y luego pasan: la filosofía en el siglo V a.C. en Grecia, los pintores en el Renacimiento italiano, los pensadores en el idealismo alemán, los grandes jazzistas negros en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos, etc., etc. Son momentos especiales, memorables. Es cierto que en Latinoamérica hubo en los 60 y 70 un despertar literario que ahora no se ve. Pero buenos escritores sigue habiendo.
Pregunta: La última cuestión la dejo siempre abierta para que el entrevistado tenga la oportunidad de expresar cualquier asunto, observación o tema que desee sugerir y que considere de interés.
Marcelo Colussi: Yo no sabría si definirme como proyecto de escritor –en sentido de narrador de cuentos– o de pensador –como alguien que intenta reflexionar sobre la realidad–. Quizá como pensador soy un divertido cuentista, y como narrador soy un aburrido filósofo. Pero eso no importa. Lo que creo realmente importante es estimular la reflexión, la creatividad, la imaginación, el espíritu crítico, la sana irreverencia. Y escribir me parece una importante, quizá vital, posibilidad para dar salida a todo eso. Escribir no es nada fácil, porque eso fuerza a poner en orden las ideas, a saber qué se quiere decir para que lo entienda el lector, a decir las cosas con precisión y calidad. Escribir constituye un hermosísimo ejercicio de creatividad, y eso es siempre algo portentoso, casi milagroso: ¿cómo hacer para que, a partir de una hoja en blanco –una pantalla en blanco podríamos decir hoy–, al cabo de un rato, y luego de dejar allí plasmados unos cuantos garabatos, alguien pueda encontrar en esos nuevos símbolos algo que lo conmueva, le transmita conocimiento, le abra una perspectiva nueva, le aclare cosas, lo agrade, lo haga reír o llorar, lo haga querer seguir leyendo más adelante?

Liberto Asudem Ibaraden
argenpress.info

1937: La Teruel que vivió Pablo de Diego

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Pablo de Diego, con uniforme de infantería en los años veinte, cuando estaba destinado en la ciudad de Larache (Marruecos)

75 años de la Batalla de Teruel, a través de un soldado del XXII Cuerpo de Ejército de la Republica.

Día 16 de Diciembre, el frio se le pega en las botas a Pablo, huele a nieve y dar pasos es taparse las piernas de blanco. En sus bolsillos guarda tres peines de munición de su fusil Moisin-Nagant, 15 posibles disparos y 5 preparados para dar de cerrojo inmediatamente.
A la mañana se lanza contra la aldea de El Campillo, es parte del XXII Cuerpo de Ejército, reclutado en Madrid y Castilla centro, atestado de comunistas del PCE.
Va andando piedras y tierra hambrienta tapada por la cellisca, sorteando coscojas y enebros y las postas del 7,92 mm que envían los fascistas. El 16 de Diciembre rinden San Blas y le ponen sitio a Teruel. Pablo viste una gorra tipo miliciana, un capote y un jersey de lana que le hizo su mujer Alejandra, tras la guerrera. La noche del día 17 se protege en un peñasco del relente que entrega la luna alta, duerme unas horas interrumpidas a goteo de obús y artillería propia. Hoy cumple años el poeta Rafael Alberti, un soldado entona “Madrid corazón de España” en homenaje al trovador Gaditano.
Despierta el amanecer terroso y detonado de granadas y estampidos de ametralladora franquista, que intentan desalojar a la unidad en la que está integrado Pablo de Diego de sus posiciones del recuperado pueblo para la Republica de San Blas. Pero a kilómetros de allí, Lister y el Quinto Regimiento detienen a los de Franco una y otra vez. Ahora se combate en La Muela y entretanto Pablo descarga sus proyectiles tumbado en los pastizales, tratando de copar al enemigo. Al anochecer escarba su cama entre los matorrales y se acuesta de estrellas, a la espera del sol débil día 19.
Nace gris las primeras horas de luz, sobre él la “Gloriosa” se pelea con los “Chirris” de Mussolini. Le ordenan avanzar al extrarradio de la ciudad del Alfambra y el Turia, allí se posiciona a media tarde, cuando oscurece, otea desde su improvisada trinchera de un muro tomado, la cátedra de Santa María, con su estilo del sur de la península, sino fuera por el cierzo fuerte, cree que estaría a las puertas de Córdoba.
Pasa los días adelantándose unos metros y fortificando lo conquistado. El 26 llega a las proximidades del Banco de España, es recibido con un par de balazos y tiros de pistola. Le mandan cargar a la bayoneta y al atardecer someten a los franquistas.
En la nocturnidad encienden una fogata para calentarse con billetes facciosos, arden las pesetas del Generalísimo. Cuenta la leyenda que un amigo de Pablo, Lucio Ortega, socialista Valdetorreño, supuestamente guardaría un fajo de divisas en su mochila y en la posguerra las usaría.
Pablo celebra la victoria de la II Republica, la que cree que es también, de la causa internacional del proletariado. En esos momentos no sabe, que le tocara replegarse vencido por el Rio Alfambra meses más adelante, que será herido en la sierra del Espadan en una pierna, que tendrá que luchar en el puerto del Calabazar en Extremadura y arrebatar Cartagena a la quintacolumna de FET-JONS. Para acabar arrestado en su localidad de Valdetorres del Jarama y estar preso cinco años en la cárcel, por “Auxilio a la rebelión”.
La contienda le hará perder un hermano, Sebastián de Diego y jamás vera a Dolores Ibarruri como presidenta del país. Pero hasta el 2003 que decidió despedirse de la vida, recordaba la gélida Teruel de 1937 y el triunfo momentáneo de la democracia contra el fascismo que desencadenaría dos años después una guerra mundial.

Dedicado a todos y todas los y las antifascistas que hace 75 años lucharon contra la tiranía en Teruel. - Que su nombre no se borre de la historia -.

Eduardo Andradas de Diego

Investigador Histórico y poeta.

http://elleteoenverso.blogspot.com.es/

Un avance irreversible

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El PSUV obtuvo una victoria arrasadora en las elecciones venezolanas. La derecha esperaba que, ante la enfermedad del presidente Hugo Chávez, cundieran el desaliento y la resignación que harían morder el polvo de la derrota a los bolivarianos.
Ocurrió exactamente lo contrario: el chavismo avanzó en los grandes bastiones de la reacción, que sólo pudo retener tres de los siete estados que antes controlaba. Triunfó en Zulia, emporio petrolero y el estado con mayor población y en Carabobo, núcleo industrial del país. Aparte se alzó con la victoria en Táchira, estado fronterizo con Colombia y ruta preferencial de paramilitares y narcos para sembrar el terror en Venezuela; y en la insular Nueva Esparta. Hay un par de casos que merecen un párrafo aparte: en Zulia el candidato de la derecha, Pablo Pérez, no pudo ser re-electo perdiendo casi 85.000 votos en el camino y bajando del 53 por ciento, obtenido en las elecciones del 2008, al 48 por ciento. Mientras, el candidato chavista subía del 45 al 52 por ciento, cosechando una clarísima victoria en un estado que había sido tradicionalmente hostil a los bolivarianos. Y en Miranda el ex candidato presidencial Henrique Capriles ni siquiera mantuvo su caudal electoral: había obtenido el 53 por ciento en el 2008 y logró el 52 por ciento días pasados, reduciendo el margen de su victoria y fracasando en su apuesta - y la de toda la derecha y el imperio- de transformar su protagonismo en la reciente pugna presidencial en un trampolín que lo instalase como el gran contendor del chavismo para las elecciones presidenciales que eventualmente pudieran tener lugar en el caso de que Chávez no asumiera la presidencia el próximo 10 de Enero.
¿Cuál es la principal lección que puede extraerse de lo ocurrido el domingo pasado? A nuestro juicio, que las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales que tuvieron lugar a lo largo de catorce años de hegemonía chavista han tenido un calado tan hondo que aún en ausencia del líder histórico y fundador del movimiento sus voceros y sucesores están en condiciones de derrotar ampliamente a sus adversarios. Más allá de las controversias que, ante los ojos de las clases y capas subalternas, pudiera suscitar uno u otro personaje del elenco bolivariano ellos son percibidos como representantes de la nueva etapa histórica por la que comenzó a transitar Venezuela desde comienzos de 1999, y ese pueblo no está dispuesto a regresar al pasado. La oposición, al menos hasta ahora, no aparece como una alternativa ni cuenta con un referente capaz de derrotar al chavismo. Cuesta pensar que en la eventualidad de una elección presidencial -precipitada por la inhabilitación absoluta que pudiera tener Hugo Chávez para asumir la presidencia- Capriles pudiera construir un liderazgo que, más allá de la mercadotecnia política ofrecida y financiada por Estados Unidos, tuviera la fuerza necesaria como para oponerse a la eficacia práctica del legado histórico del chavismo.
Es decir, a la ciudadanización de grandes masas tradicionalmente excluidas y explotadas y a los grandes avances en materia de salud, educación, cultura, vivienda, seguridad social y recreación En este sentido podría arriesgarse la hipótesis de que el proceso bolivariano habría pasado un punto de no retorno, constituyendo una sólida y perdurable mayoría electoral suficientemente blindada ante los ocasionales sinsabores de la coyuntura o las frustraciones provocadas por algunas decepcionantes (y puntuales) experiencias de gobierno. La historia del Partido del Congreso en la India, del PRI en México y del peronismo en la Argentina son otros tantos ejemplos que confirman que cuando la hegemonía electoral se asienta sobre las raíces de un proceso de profundas transformaciones –aun cuando se encuentre en curso, como es el caso de Venezuela- la correlación de fuerzas que se arraiga en el plano de lo social y que opone a ricos y pobres, capitalistas y trabajadores, no puede dejar de proyectarse sobre los procesos políticos electorales, eclipsando las circunstanciales oscilaciones de la opinión pública o los cambiantes humores de la sociedad.
Esto fue lo que ocurrió en las recientes elecciones venezolanas, que ratifica lo que expresara Fidel en su carta a Nicolás Maduro, el 15 de Diciembre, cuando dijera que tenía la seguridad de que por dolorosa que fuese la ausencia de Chávez los venezolanos “serían capaces de continuar su obra.” Quienes también van a continuar su obra van a ser los imperialistas y sus aliados locales, de modo que será preciso mantenerse en una actitud de permanente vigilancia. Porque, si no pudieron derrotar al chavismo en las elecciones sólo por un alarde de ingenuidad podría pensarse que ahora archivarán sus proyectos de dominación y se quedarán de brazos cruzados, resignados ante el inapelable veredicto de las urnas.

Atilio Borón

Todos los revolucionarios cubanos somos martianos y bolivarianos

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Carta del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a Nicolás Maduro, leída en el acto conmemorativo por 8vo Aniversario de la ALBA.

Querido Nicolás Maduro:

Con motivo de los aniversarios que ustedes celebran hoy deseo expresar lo siguiente, la ausencia del Presidente electo por más de 8 millones de venezolanos nos conmueve a todos.
Conocí a Hugo Chávez hace exactamente 18 años, alguien lo invitó a Cuba y él aceptó la invitación. Me contó que tenía la idea de solicitar una entrevista conmigo, lejos estaba de imaginarme que aquellos militares tildados de golpistas por las agencias cablegráficas, que con tanta discreción durante años sembraron sus ideas, era un grupo selecto de revolucionarios bolivarianos.
Esperé a Chávez en el aeropuerto, lo conduje al lugar de su hospedaje y conversé con él durante horas intercambiando ideas. El día siguiente en el Aula Magna de la Universidad de La Habana cada cual expresó sus ideas.
Nuestras concepciones difieren en aspectos que son ajenos de los conceptos y principios políticos y de las cuales ni siquiera hablamos. Nuestra cooperación médica en Venezuela comenzó a raíz de la tragedia de Vargas, en la que miles de personas murieron como consecuencia del abandono y la imprevisión donde vivía la población más pobre de ese estado.
Venezuela por su parte, ha sido especialmente solidaria con los pueblos del Caribe, Centroamérica y Sudamérica. Desarrolló fuertes vínculos con Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay, Argentina y otros. Ha cultivado relaciones con Rusia, Belarus, Ucrania y otras repúblicas de la antigua URSS. No olvida a Palestina ni a Libia. Presta atención a sus vínculos económicos y a las relaciones políticas con China, es solidario con los pueblos de África. Practica una política de paz con todos los países.
El nombre de Hugo Chávez se admira y respeta en el mundo entero. Todos, e incluso muchos de los adversarios, le desean un pronto restablecimiento. Los médicos luchan con optimismo por este objetivo.
Como se conoce, todos los revolucionarios cubanos somos martianos y bolivarianos. Tengo la seguridad de que ustedes con él y aún por dolorosa que fuese la ausencia de él serían capaces de continuar su obra.
Viva Hugo Chávez. Hasta la victoria siempre.

Fidel Castro Ruz
Sábado, 15 de Diciembre de 2012 (10:21 pm)
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